Beatriz Díaz, la voz natural

Beatriz Díaz, la voz natural

Beatriz Díaz parece menudita, pero a los pocos segundos se engrandece, resulta energética, decidida, torbellino. Es más de lo que parece a simple vista esta allerana de Boo, una soprano que se ha convertido en una de las promesas de la lírica asturiana. Su último logro: ganar el Concurso internacional de canto «Francesc Viñas».
 
– Mi padre siempre me dice que soy muy necia. Y yo creo que eso es bueno, en el sentido de que me empeño en hacer las cosas. De hecho, antes de presentarme a ese concurso andaba un poco mal de la garganta y todos me decían que no me presentara. Pero yo fui y gané.
 
Ella es como es, no parece haber mucho recoveco. Reconoce que no pega con el estereotipo operístico, que tiene su aquel finolis, su cosa de casta diva y un aire aéreo. Ella parece de todo menos frágil, es allerana. Eso debe marcar. «Nací en una casa de pueblo. Soy un poco la diferente de todo esto. Sí, soy la soprano rural», comenta antes de soltar una risa musical. De hecho, la música la encontró cantando tonada. «Yo nunca había escuchado una ópera». A quien si había escuchado era a su padre, hoy minero jubilado, conocido en el mundo de la tonada como Ricardo’l de Boo. Y de tanto oír al padre, acabó cantando lo que él cantaba. «La primera vez que me escuchó, cuando salí con seis años a cantar El pintor que pintó a Xuana, en las fiestas de Boo, quedó “paráu”. Nunca me había oído. Desde luego, hay que ver los “guajes les coses que aprenden”, no nos damos cuenta». Y como la “neña” tenía madera, los padres decidieron que tirara por ahí. No la seleccionaron para cursar el grado medio de Canto en el Conservatorio, así que le buscaron una profesora particular. Visto con perspectiva, fue la mejor suerte.
 
– Empecé a dar clases con Elena Pérez Herrero. Para mí es como una segunda madre. Pero al principio no te creas… cuando me vio por primera vez, con aquellos mechones rosas que yo llevaba y los ocho pendientes en las orejas, me dijo que si veía que no ponía interés, que lo mejor era dejarlo, que así ni perdía el tiempo ella ni perdía el tiempo mi madre. Pero luego mejoró la cosa… hoy es como mi madre. Tiene una cualidad especial para enseñar, porque en esto del canto hay cosas que no se explican con facilidad. Te dicen, por ejemplo, que tienes que sentir cómo se levanta el velo del paladar y piensas: ¿eso cómo se hace?
 
Conoció con 16 años a su madre musical y salió transformada. Antes de cruzar por primera vez aquella puerta de las clases de canto soñaba con traspasar aquella otra que había, con mucha niebla, en el programa televisivo «Lluvia de estrellas», con Bertín Osborne como presentador. ¿Recuerdan? «Incluso llegué a llamar. Pero no me contestaron”, reconoce. De aquélla quería cantar como Whitney Houston. Hoy, si sueña con algo, es con ser la Mimí de La bohème o interpretar La traviata. «Me encanta, qué dramón. Yo soy de las que lloran en las películas». De nuevo la risa musical.
 
Mira al mundo de la lírica con entrega y, al tiempo, con distancia. Cuando asistió a las clases magistrales de Montserrat Caballé en Andorra admite que «jugaba un poco desde la ignorancia”, pues no lograba quedarse tan arrebatada por la presencia de la diva catalana como otros alumnos del curso, que parecían nacidos sólo para llegar a aquel momento.
 
Hoy de tonada, nada. Ya no la canta. Casi sólo lírica. Se pone «Los 40 principales» en la radio y, aparte de clásica, poca música más.- Bueno ahora me gusta la última de ese grupo«La Quinta Estación».

– Además de la música, ¿alguna otra afición?
– Si te lo digo, no te lo crees.

-…
Pues el punto de cruz. No sé qué tiene, que me engancha. Me pongo e igual estoy con ello hasta las cinco de la mañana.

Tiene los ojos verdes y el pelo rojo.
– Por cierto, de aquellos ocho pendientes, ¿qué?

(En un segundo se levanta un poco la camisa. Un nada. Lleva un piercing en el ombligo. Risa musical).
 
La Nueva España, 18 de marzo de 2007 (Los otros)