Beatriz Díaz: «Las mujeres de Puccini tienen el común denominador del sufrimiento»

Beatriz Díaz: «Las mujeres de Puccini tienen el común denominador del sufrimiento»

«Adoro la forma de expresar sentimientos que tiene Puccini; debutar Mimì en un teatro sería todo un sueño para mí»

 

Apenas unos días después de debutar el rol de Madama Butterfly en Oviedo, nos sentamos con la soprano Beatriz Díaz en la terraza de un céntrico café de la capital asturiana para conversar acerca de ese primer acercamiento al rol, sobre el que se muestra inevitablemente emocionada, de su trayectoria en estos más 20 años de carrera lírica y de su relación con el repertorio pucciniano, con el cual, nos confiesa, mantiene una conexión sentimental especial. 

-Antes de nada, me gustaría recordar una Liù que cantó en 2012 en la Ópera de Oviedo, con la que tengo el recuerdo de emocionarme ¿Ya sentía entonces ese idilio por Puccini? 
-El universo de Puccini siempre me gustó enormemente a nivel sentimental. Si bien es cierto que se necesita de una voz de importancia, pues los roles parecen muy sencillos, por ser personajes muy cercanos a la realidad, con problemas casi cotidianos en ocasiones pero que en realidad requieren de una gran preparación para abordarlos correctamente. En este sentido, Liù fue un papel muy importante para mí, pues pude cantarlo más joven dado que, aunque es un rol igualmente intenso, es mucho más breve que el de Butterfly. 

-¿Hay algo de Liù en Butterfly?
-Todas las mujeres de Puccini tienen un común denominador que es el sufrimiento. Además, ambas son orientales, con un punto de conexión en su forma de proceder, expresando emociones de forma un tanto intimista, sin exteriorizarlo tanto. Butterfly podría ser la hermana mayor de Liù. En todo caso lo más sorprendente para mí ha sido llegar a debutar una Butterfly sin haber cantado nunca antes en teatro una Mimì.

-¿De verdad nunca lo ha cantado?
Gané el Viñas cantando «Si, mi chiamano Mimì», además también llegué a la final de Operalia con esa misma aria, realmente nunca me ha llegado la oportunidad y es mi sueño. Puccini siempre ha estado en los momentos importantes de mi carrera y para mí se para el tiempo cuando lo canto. Es cierto que tengo otro repertorio, Mozart, por ejemplo, pero siempre siento una conexión especial con las obras de Puccini.

-¿Cómo ha sido gestionar los ensayos de Madama Butterfly en esta situación atípica relacionada con el coronavirus?
-El último ensayo con orquesta fue el 30 de noviembre, 18 días antes de debutar el rol. Traté de estar muy concentrada en la obra, pues quería que mi presentación en este nuevo repertorio, más pesado que el que vengo afrontando habitualmente, fuera solvente para mí. Es cierto que para abordar toda esta situación, así como mi debut en el rol, fue muy importante el apoyo que tuve tanto de Anton Rechi, el director de escena, como de Óliver Díaz, director musical. Con ambos se creó un ambiente de trabajo basado en la exigencia, sí, pero siempre de cariz constructivo y con ánimos de sumar. Sin duda ellos me facilitaron enormemente mi debut.

-En su opinión ¿Butterfly tiene más de niña o de mujer? ¿De soprano lírica o de ligera?
-Tiene absolutamente de todo, de hecho, en Oviedo hemos podido ver tres enfoques muy distintos del personaje y todos ellos son perfectamente válidos. Lo que se debe hacer es analizar cuál de entre todos los aspectos del personaje se adecúa mejor a tu propia voz y potenciarlos, para así poder llevar el rol a tu terreno. No obstante, debes ser capaz de mostrar todas esas facetas, no ofrecer solo una visión sesgada del personaje.

-¿Cuándo comienza Butterfly a desengañarse con Pinkerton y a ser consciente de su auténtico destino? Aún en el segundo acto, con «Un bel dì, vedremo», por ejemplo, el libreto deja ver que ella sigue confiando en su regreso.
-Creo que ella, aun diciendo que va a volver, a partir de la visita del cónsul comienza a pensar que algo va mal, aunque no quiera creerlo. Ella intenta aferrarse incluso a cosas inverosímiles, como el anidamiento del petirrojo; empieza a ponerse nerviosa, porque sabe que le van a dar una mala noticia y no quiere oírla. Cuando ve la nave, nuevamente vuelve a recuperar la esperanza. Y aún incluso cuando ve a Kate es como si no lo quisiera ver. Me recuerda a la situación de tener alguien enfermo en tu familia y que, aun sabiendo que está mal, tu mente no quiere reconocerlo y se aferra a cualquier signo de mejora para justificar que las cosas, finalmente, saldrán bien.

-¿Hasta dónde es necesario disociar el esfuerzo vocal del psicológico a la hora de interpretar un rol tan dramático como este? 
Cantar Puccini realmente te desnuda, deja al descubierto tus sentimientos. Es por ello por lo que cantarlo requiere de un canto honesto, franco, sin artificios… Aunque sí con mucha sensibilidad, porque se pasa en ocasiones de un fortísimo a cantar con un hilo de voz. Creo que la voz necesita de una madurez importante para poder afrontar este tipo de repertorios. En este contexto, creo que me ayudó haber cantado hace ya algún tiempo Suor Angelica, digamos que esto me enseñó a «llorar cantando» y eso me dio margen de maniobra para superar momentos como «Tu, tu piccolo iddio», situado al final de la obra y con una densidad orquestal importante. 

-Siempre se dice eso de yo podría ser cantante si no fuera por la voz ¿Hasta qué punto de verdad tiene de cierta esa frase? ¿Hasta qué punto la ópera deja margen para, con unos medios modestos, llegar a interpretar roles protagonistas a base de mucho estudio y una gran técnica?
-Bueno, yo creo que lo primero que hace falta es tener una vocación muy fuerte. No se trata de una carrera fácil, con mucha competencia y muchos factores que influyen, de modo que una voz que a priori no sea destacable pueda desarrollarse con un trabajo serio y mucha dedicación, no tengo ninguna duda. Hay un dicho que dice que para ser cantante necesitas un poco de voz y mucho de cerebro, debes ser capaz de soportar presiones, nervios… Conozco gente con voces maravillosas que después suben al escenario y se convierten literalmente en otra persona por no saber canalizar esos nervios. Un artista debe ser una combinación de muchos factores, dado que continuamente estás a examen. Para aguantar en esta vocación debes confiar mucho en lo que haces y que, realmente, te apasione. Yo me he planteado siempre el canto como una forma de vida, un trabajo a largo plazo, y durante ese periodo se pasa por muchos momentos, tanto buenos como malos, y debes ser capaz de gestionarlos.

-¿Recuerda la primera ópera que escuchó?
-La primera vez que fui al teatro tenía 19 años, había visto algún vídeo, pero no me había sentado en una butaca a experimentar la ópera como «espectáculo global». Recuerdo que fue un Romeo y Julieta con la propia Ainhoa Arteta y Rolando Villazón

¿Y si Beatriz Díaz tuviera que identificarse con algún personaje operístico, con cuál sería?
-Pues sería con Mimì, sin duda. Siempre he tenido un alma trágica, y aunque mi trabajo se asocia habitualmente con roles de tintes más cómicos, lo cierto es que adoro la forma de expresar sentimientos que tiene Puccini. Debutar Mimì en un teatro sería todo un sueño para mí, y ojalá que esta Butterfly pueda abrirme la puerta a ello.

Platea Magazine, 4 de enero de 2021 Javier Labrada