Coctelera de talento e imaginación agitada por «La Fura»

Coctelera de talento e imaginación agitada por «La Fura»

Al espectáculo perfecto de «Carmina Burana» se sumó la excelente cálida voz de la soprano Beatriz Díaz y el magnífico trabajo de todo el elenco.

Una fría tarde del mes de enero de 1934, un comerciante de libros de segunda mano –escribe Cristina Marín– se presentaba ante el compositor alemán Carl Orff. Portaba bajo su brazo un volumen de poemas medievales que provenían de un manuscrito denominado el Códice Burana.

El rancio cartapacio, que recogía una agrupación forzada de más cuadernos de los que realmente podía sostener, había sido descubierto casualmente en el monasterio benedictino de Beuren, en Baviera, un siglo antes. Orff, tras comprobar que la colección contenía más de doscientos poemas de los siglos XII y XIII en latín medieval, y otros cincuenta en alemán, con mezcla de alocuciones latinas y francesas, decidió seleccionar las 25 piezas que más le impactaron para construir una melodía distinta, rítmicamente potente, al punto de parecer casi primitiva.

Pocos años después, el 8 de junio de 1937 estrenaba su obra Carmina Burana en la ciudad alemana de Frankfurt. No era la primera obra que componía Orff, desde luego, pero a raíz del éxito y reconocimiento internacional conseguido con esta obra, el compositor mandó retirar cuanto había compuesto antes de 1934, pues entendió que de ahí en adelante su prestigio debía cimentarse en la autoría de dramas escénicos de la relevancia de Carmina Burana.

La fortaleza de esa cimentación llegó ayer hasta el Festival Internacional de Música y Danza de Granada con un espectáculo brutal, convirtiéndose en una apuesta por avanzar en sintonía con su prestigio.

EL ESPECTÁCULO TOTAL

Y una vez más, lo han clavado, relata Antonio Cervera. La Fura dels Baus consiguió realizar anoche un espectáculo perfecto. Poseían buen material para hacerlo: una partitura potente, una orquesta joven llena de talento y una presencia coral muy numerosa. Pero no era suficiente: seleccionar, mezclar y servir estos «ingredientes» al público requería de una genialidad extrema, que La Fura demostró tener, consiguiendo engranar conjuntos muy dispares en cuanto a experiencia y composición, elaborando un «cocktail» perfecto con la idea wagneriana que han convertido en marca propia: el espectáculo total.

La transgresión con lo establecido de La Fura no deja indiferente a nadie. La ruptura con la tradición comienza desde el planteamiento general del espectáculo: la orquesta abandona su tradicional foso y se sitúa dentro del escenario, oculta en un cilindro gigantesco de tela blanca. Situados a los lados, los miembros del coro permanecían estáticos (excepto en dos pequeños momentos), dejando el espacio frontal a solistas y solistinas (bailarinas). El cilindro blanco situado en el centro se convirtió en el eje central del espectáculo. Sobre él, proyecciones continuas extraían la esencia de la música en perfecta sincronía, ilustrando los temas universales presentes en el Carmina Burana: amor, lujuria, y azar. Las proyecciones se realizaron en directo, mostrando en ocasiones al director o a las solistas en primer plano, y utilizando la técnica del «mapping» para crear un espacio vivo con cascadas de agua, explosiones florales, o un cielo estrellado. Micromundos de poesía se sucedían uno tras otro. Vino, fuego, agua, vida… toda una experiencia estética al servicio de los cinco sentidos, ofrecida al macromundo de un público que, en un espacio también cilíndrico como el Carlos V, sentía arder sus más profundas pasiones de mano de la música de Carl Orff.

Los textos de Carmina Burana son un reflejo de la vida. Dividida en cuatro temáticas principales (la fortuna, la primavera, la taberna y el amor), la cantata profana más famosa del siglo XX nos habla del placer terrenal, el vino, el amor y las mujeres. El «O Fortuna variabilis» que abre y cierra la obra nos invita a pensar acerca de la rueda de la fortuna que rige la vida y de la que nadie se encuentra a salvo. El respeto a la partitura por parte de La Fura es absoluto, tanto conceptualmente como musicalmente. Se transgrede, sí, pero no la obra de Carl Orff. Un vestuario lujurioso y original, potentemente visual, encarnó a la perfección el espíritu de la obra. Caras pintadas de blanco inmaculado con largos rabos negros en los ojos, túnicas clericales, corsés de cuero con escotes ajustados, rastas que flotaban armónicamente en el agua de una piscina, e incluso eróticas pezoneras rojo pasión reflejaron la opulencia carnal de La Fura en estado puro.

Una puesta en escena tan potente hubiera sido gris si no fuera por el resto de componentes ajenos a La Fura que contribuyeron a engranar este magnífico Carmina Burana.

La Orquesta Joven de Andalucía, OJA demostró bajo la batuta de Manuel Hernández-Silva que los jóvenes músicos de nuestra comunidad tienen mucho que decir y que aportar. Una orquesta de más de cien personas, reforzada en percusión y vientos, llevó la obra de Carl Orff a su máximo apogeo junto a los diferentes coros, que sumaron toda su potencia para darle a esta partitura eminentemente vocal la fuerza que se merece. Formaciones corales de trayectoria reconocida y profesionalidad absoluta como el Coro de RTVE o el de la Orquesta Ciudad de Granada se sumaron a coros granadinos de carácter estudiantil (Coro de la Universidad de Granada), o amateur (coral de la Basílica de San Juan de Dios). El coro de la OJA terminó por agregarse a un conjunto que sumó 140 voces muy heterogéneas, que gracias al trabajo en equipo se convirtieron en una sola, tan potente que bien podría haber derribado los muros del Carlos V.

Al coro y la orquesta se añadieron las solistinas procedentes del Conservatorio de Danza de Granada, así como los cuatro solistas de la compañía, Beatriz Díaz, Xavier Sabata, Toni Marsol y Luca Espinosa, rozando entre todos las 300 personas sobre el escenario. Tanta calidad no podía hacer otra cosa que arrancar aplausos y ovaciones de un público absolutamente entregado a este «cocktail» de talento, mezclado por La Fura y servido a todos los granadinos como colofón del Festival de Música y Danza, con más de quince minutos de aplausos, que obligaron a los miembros de la compañía a alargar la actuación con unos imprevistos bises.

█ Granada Hoy, El Mundo y Comunicación Lírica, 12 de julio de 2013