«Don Pasquale» viaja en barco con Beatriz Díaz a bordo

«Don Pasquale» viaja en barco con Beatriz Díaz a bordo

La cantante interpreta por primera vez el papel de Norina de la célebre obra de Gaetano Donizetti.

La historia de don Pasquale, Ernesto y Norina, que musicó Donizetti cuando la primera mitad del siglo XIX estaba por terminar, no será el próximo domingo, 17 de noviembre (19 horas) sobre las tablas del Teatro Campoamor, una ópera bufa de aquella época. Curro Carreres, el director de escena que lleva días ensayando la pieza, la ha subido a un enorme barco sobre el que la escena viaja cerca de cien años, hasta llegar a los treinta de la pasada centuria. En su enorme popa, diseñada por Esmeralda Díaz, autora de la escenografía, navega el trío amoroso hilado por el doctor Malatesta y convertido en leyenda por el compositor de Bérgamo (1797-1848). Y en lugar de recorrer millas va ganando tiempo. En su travesía Carreres les lleva también por otros mares. De hecho, la escenografía, subida a las tablas gracias a un premio logrado en Gran Canaria, se emparenta con las recordadas películas de amor y lujo del Hollywood de las grandes producciones. El que firmaban, apunta el director de escena murciano, maestros como Ernst Lubitsch y Howard Hughes.

El libreto original, dividido en tres actos, escenifica los acontecimientos en el salón de don Pasquale, su jardín y la casa de Norina, la joven con la que quiere casarse y a la que ama su joven sobrino, Ernesto. Sin embargo, en la cabeza de Curro Carreres todos esos escenarios se trasladan a una enorme embarcación. «La casa de don Pasquale es su camarote del barco, la de Norina, lo mismo. Y la escena del jardín tiene aquí lugar en la popa del barco», explica, añadiendo al poco que, bajo ese cambio aparentemente inocente de tarima, lo que hay es un objetivo intelectual: «He querido sacar la historia del contexto puramente doméstico en el que se desarrolla para permitir una interactuación con el mundo, con la historia y entre los personajes».

Colaborará en ese objetivo la dirección musical de Marzio Conti, con el que lleva trabajando estas últimas semanas el director de escena, que ha contado con el diseño de iluminación de Eduardo Bravo y la coreografía de Antonio Perea.

En el foso, la orquesta Oviedo Filarmonía y sobre las tablas, las voces del coro de la Ópera de Oviedo arropando a los cantantes Carlos Chausson que da vida a don Pasquale (Ricardo Seguel lo hará en el segundo reparto, que llegará al Teatro Jovellanos en junio), Bruno Taddia, que será el doctor Malatesta (Isaac Galán, para el segundo reparto), Antonio Gandía, que regalará su voz a Ernesto, el sobrino de don Pasquale (Jesús Álvarez, segundo reparto), y Beatriz Díaz (Elena Sancho-Pereg en el segundo ‘cast’), como Norina.

UNA ÓPERA QUE SE DEJA QUERER

A propósito de su regreso a Oviedo para protagonizar la obra de Donizetti, Beatriz Díaz dialogó con el diario El Comercio. Del contenido de la entrevista entresacamos lo siguiente:

La soprano debuta en el papel de Norina, ante un público por el que se siente «muy querida». Hija de minero antes que soprano de prestigio internacional, quizás por eso no se le atisba ni un solo rasgo de «prima donna». Se envuelve en una permanente sonrisa. Viene de triunfar en Tokio, pero antes ya lo había hecho en Austria.

– ¿Cómo se llega de las cuencas mineras a Salzburgo, para cuyo festival la eligió ni más ni menos que Riccardo Muti?

– Sí, puede ser un trayecto un poco atípico. Muti me escuchó en una audición en Italia y tuve esa gran suerte. Se necesita trabajo, esfuerzo, paciencia… y esperar que llegue el momento, porque en este oficio hay gente de una calidad extraordinaria. Yo comencé a cantar de chiquitina, de un modo natural, pero no asistí a la primera ópera hasta los diecinueve años.

– ¿Salzburgo fue el salto definitivo?

– Antes, el Premio Francisco Viñas, a partir del cual me dieron papeles más jugosos, aunque los secundarios son igual de importantes.

– Ahora llega al Campoamor con Don Pasquale. ¿Una ópera bufa o algo más que eso?

– Yo pienso que es la ópera ideal para acercar el género a quien no le resulte muy conocido. Tiene una música que entra sola y unos diálogos fáciles de comprender. Es una ópera que se deja querer…

– También, con su toque romántico…

– Le damos una vuelta de tuerca, situándola en 1930 y con un lenguaje actual. Transcurre a bordo de un crucero y Malatesta y yo somos un par de timadores.

– Su papel tiene la complicación interpretativa del desdoblamiento, es Norina y la falsa Sofronia…

– Sí, paso de monja recatada a ser un huracán, una macarra, que hace que don Pasquale se pregunte de dónde salió esta fiera… Es difícil, teatro dentro del teatro, pero muy divertido.

– Y los especialistas dicen que las exigencias musicales del rol tampoco son menores, ya desde la presentación con notas sostenidas y varias vocalizaciones. ¿A qué tipo de soprano se adscribe?

– Yo diría que soy una soprano ligera con tendencia a lírica. La voz se va redondeando, yéndose al centro, a medida que cumples años. En general, la partitura es muy exigente, con cuatro personajes que han de sostener dos horas de música.

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El diario La Nueva España también se puso al habla con la cantante, que enjuicia de este modo su concurso en la obra.

– ¿Cómo es su papel?

Don Pasquale es fácil de ver y entender, es graciosa y se sigue con una sonrisa. Hacer de Norina es un bombón para mí. Muy divertido. Vocalmente es muy exigente. Con una parte más lírica. La primera parte es de más agilidad. Lo abordan sopranos líricas y lírico ligeras.

– ¿Usted es…?

– Es difícil ponerse una misma las etiquetas. Pero, bueno, soy lírico ligera con tendencia a lírica.

– Explique las diferencias.

– Una ligera tiene coloraturas, con trinos y florituras. Después está la lírico ligera y más allá la lírica, que tiene una voz más densa y mórbida. La ligera tiene más agilidad y pesa menos el color de su voz, ya que es más claro. Las lírico ligeras estamos en el medio. Con la edad pasaré a lírica, es la evolución normal de la voz. Yo nunca fui ligera. Y hay gente con la voz muy grande que empieza como lírica y pasa a dramática.

– ¿Cómo cuida la voz?

– Estudiando a diario. Y no es sólo la voz lo que cuenta, es todo el cuerpo, que es el verdadero instrumento. Influyen las modificaciones físicas y las psicológicas, mucho más aun. No hay que gritar ni hacer locuras. Es necesario realizar ejercicios diarios de técnica y estudio. Cuando estoy con alguien y digo que me voy a estudiar, a veces me responden, ¿aún?, ¿sigues estudiando? Pues claro, y así el resto de mi vida. Es la primera vez que canto Don Pasquale. Es todo nuevo para mí. Nunca me había centrado en este título ni como estudio. Y me llega ahora cuando creo que ya tengo los recursos necesarios para afrontarlo. Quizás antes no los tenía.

– ¿Don Pasquale es una ópera menor?

– No me lo parece. Dura más de dos horas, con cuatro personajes que lo hacen todo. Bueno, y el notario, que sale en un momento. Canto un aria, un dúo con el barítono, un dúo con el tenor, un dúo con el bajo… mucho más que haciendo la Musetta en La bohème o Micaela en Carmen, y no son obras menores. Al bel canto se lo quiere presentar como algo menor por parte de algunos, pero no es así. Esta ópera es fácil de ver y entender y, al mismo tiempo, es graciosa. Se sigue con una sonrisa, aunque no tenga muchos gags. La música te llega con un lenguaje muy fácil.

– ¿Van bien los ensayos?

– Geniales. Muy divertidos. Con una puesta en escena estupenda, viva y con mucho picante. Mis compañeros me lo hacen todo facilísimo. Carlos Chausson no sé qué número de representaciones ha hecho ya en ese rol, pero es como si lo hubiese hecho siempre. Es un placer y una auténtica clase magistral estar a su lado y ver cómo se mueve por el escenario. Tiene tan interiorizado el papel que parece que lo hace fácil.

El Comercio y La Nueva España, 13 de noviembre de 2013