La historia al fin cantada

La historia al fin cantada

«La dama del alba», de Vázquez del Fresno, regala a la temporada de ópera un Campoamor a rebosar y un montaje prodigioso lleno de asturianía


La ópera de Oviedo celebró ayer sus Bodas de Platino con la dama universal de Alejandro Casona contada al fin por Luis Vázquez del Fresno y cantada por un elenco bien elegido en color y tesitura sobre esa escena de Emilio Sagi que entiende como pocos el «teatro cantado». El Campoamor, lleno, se rindió ante todo un equipo pensado desde Asturias al mundo, como así sintió también su obra desde el exilio argentino Casona.

La ópera de Oviedo redondeaba, así, su regalo de cumpleaños con una partitura esperada tras toda una vida musical como es la del gijonés Vázquez del Fresno, escrita desde un estilo propio con una madurez musical envidiable, exigente para todos los intérpretes por los registros extremos, agudos al límite y graves difíciles de escuchar, pero con el objetivo cumplido de cantar esta historia de todos conocida donde texto y música se suman para una acción lenta como la espera peregrina. El Campoamor se vistió de gala para la ocasión, con presencia de autoridades y cargos públicos, de artistas en las butacas compartiendo emociones con familiares de Casona y Luis, junto a la siempre entendida y fiel afición que atesora mucha experiencia lírica labrada desde aquel 1947, todos llenando este domingo histórico pleno en ilusión y esperanza.

El estreno trajo grandes actores pero sobre todo actrices: solistas y coro, cantando al amor y la muerte, sintiendo esa lucha vital, con una OSPA subrayando magistralmente los textos y llenando la acción sin palabras, contando con una amplia plantilla de calidad contrastada en un intermedio muy aplaudido, orquesta colorida además de segura desde el foso, bajo la dirección concienzuda del avilesino Rubén Díez, detallista, atento, mimando las voces en una escena tan nuestra y atemporal como nuestro ovetense Sagi junto a Daniel Bianco, sumando la extraordinaria iluminación de Albert Faura, que resaltó y encumbró esta ópera de difícil asimilación para muchos de los presentes pero plena de simbolismos y colores (como los siete robles en memoria de los mineros muertos, hijos de Telva). Destacó el trabajo e implicación de todo el elenco vocal, desde esta Asturias universal, de adopción o nacimiento, transmitiendo la magia lírica, personajes reconocibles hasta en los nombres, reales y ficticios.

Fue interesante contar con el contratenor Mikel Uskola como Peregrina, gran acierto del compositor (quien pensó originalmente en Carlos Mena) en un rol complicado, algo opaco en el grave (como casi todas las voces), omnipresente y exigente pero también emotivo, especialmente en el conjunto con los tres niños: Dorina, Ruth González, la más protagonista, junto a Falín y Andrés, Gabriel Orrego e Irene Gutiérrez (bravo por esas voces de la Escuela Divertimento). El Abuelo de David Lagares estuvo impecable, rotundo y emocionante junto a la Telva de Marina Pinchuk defendiendo su papel con calidad y calidez. Poderío escénico de la Madre Sandra Ferrández, vocalmente exigente (para todos), y de la pareja de sufridos enamorados, Adela y Martín, en las bellas voces de Beatriz Díaz siempre entregada y completa en su actuación, junto a Santiago Vidal, capaz de completar registros contradictorios bien resueltos en cada intervención, con dúo cargado de emociones además de buen empaste. Hubo breves papeles pero necesarios: los de Quico por Juan Noval-Moro, claro e incisivo además de sobrado en volumen, y la Angélica de Carmen Solís resolutiva, plena, desgarradora y volcada en intensidad. Otra ovación más para el Coro «Intermezzo» de Pablo Moras, solvente fuera de escena, flotando y contestando la acción, e impresionante como pueblo en la mágica noche de San Juan, danza prima incluida.

La dama del alba, en fin, fue un éxito en este esperado estreno con mujeres protagonistas. Un regalo para las bodas de platino de nuestra ópera carbayona más universal que nunca desde la Asturias mágica y atemporal.

La Nueva España, 12 de septiembre de 2022 · Pablo Siana