Llega «Carmina Burana»

Llega «Carmina Burana»

La aclamada versión de La Fura dels Baus trae a Beatriz Díaz como cabeza de cartel en comunión con el Orfeón Pamplonés y Oviedo Filarmonía.

Se aproxima el desembarco de La Fura dels Baus en Oviedo. Su espectáculo Carmina Burana, la cantata de Carl Orff, subirá al escenario del Teatro Campoamor los próximos 12 y 13 de julio y no solo abrirá el Festival de Verano «Oviedo es música» sino que promete convertirse en uno de los eventos culturales de la capital asturiana durante el periodo estival.

Llega la compañía catalana con un reparto liderado por la soprano asturiana Beatriz Díaz y donde participan el Orfeón Pamplonés, con Igor Ijurra como director, y la orquesta Oviedo Filarmonía a la batuta de Marzio Conti. Completan el elenco de las representaciones la soprano valenciana Luca Espinosa, el contratenor catalán Xavier Sabata y el barítono bávaro Thomas E. Bauer. Juntos ofrecerán, según los organizadores, una obra «con un impacto artístico y visual arrollador».

LOS CANTOS GOLIÁRDICOS

Corrían todavía vientos napoleónicos por Europa cuando en Baviera, año del Señor de 1803, se descubrió un códice que contenía una amplia antología de cantos medievales goliárdicos, de esos clérigos vagantes, mitad juglares, mitad eclesiásticos.

El lugar del descubrimiento fue el monasterio benedictino de Beuron, que prestó su nombre latinizado al conjunto de piezas: Carmina Burana, es decir, «Canciones de Beuron» (carmina, palabra latina esdrújula, detalle frecuentemente ignorado, plural de carmen, «canción»).

Pero, puntualiza el doctor en historia José Miguel Lorenzo Arribas, «por lo que es mundialmente célebre esta, de por sí importante, colectánea, más allá del medievalismo, es por su condición de inspiradora de la obra, totalmente nueva, que realizó el compositor germano Carl Orff, en 1937, sobre la base de veinticinco de los poemas del siglo XIII».

LA VERSIÓN DE LA FURA DELS BAUS

«Carmina Burana es completamente “furera”», proclamaba Carlus Padrissa, director del grupo catalán que lleva más de treinta años dando caña, reventando escenarios, teatros de ópera, recintos, carpas, plazas de toros, estadios de fútbol, con motivo del estreno mundial de su versión de la obra en la Quincena Musical Donostiarra del pasado 2009.

Y si Carmina Burana resulta totalmente «furera» es, en palabras de Jesús Ruiz Mantilla, por esa constante explosión sensual y sexual, por esa radical y nada recatada llamada al puro instinto. «Furera» por lo provocador, por ese ataque a las convenciones, por esa exaltación de lo carnal. Tan alejada del cielo, tan cerca del mero paraíso. Aquí en la Tierra. «Por lo atávico», comenta Padrissa. Aunque, entre todo lo demás, lo que sobresale es la música. «Eso es lo fundamental. Si no, apaga y vámonos», asegura.

Pero además de la partitura, ya de por sí impactante, Carmina Burana contiene elementos muy tentadores para que un grupo de teatro quiera transformarla en algo más que una cantata. De modo que en la obra desfilan imágenes volátiles y juguetonas, entre el surrealismo y la posmodernidad, con plantas carnívoras, el agua, el fuego, la luz, las manadas de caballos desbocados, los deshielos, las vendimias y los latidos descarnados y profundos. Además de pollos asados (en lugar de cisnes), clérigos entregados al pecado (los «hermanos pervertidos», los «monjes separados» que aparecen en el texto) y jóvenes desenfrenados con doncellas en plena búsqueda del deseo, presumidas y tentadoras.

DEL ESTRENO ALEMÁN EN 1937 AL ESPAÑOL EN 1958

La obra fue estrenada por el director Bertil Wetzelsberger el 8 de junio de 1937 en la ciudad alemana de Frankfurt.

El estreno en España tuvo lugar en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona el 12 de abril de 1958 por los componentes de un coro aficionado catalán, el del «Club de Fútbol Junior», que estuvo dirigido por Josep Sabater, a la sazón conductor de la orquesta del coliseo barcelonés.

«Un cuarto de siglo lleva el Junior ofreciendo anualmente veladas con las que se ha cubierto de gloria y que pudieran servir de guía a las empresas profesionales en el sentido de que no solo se debe hacer arte, sino también cultura», afirmaba en La Vanguardia el crítico musical Urbano Fernández Zanni, el martes siguiente a la primera representación española de la cantata escenificada, en dos actos y cinco cuadros.

Y un poco más abajo añadía: «Quienes creyeran encontrar en Carmina Burana extravagancias al uso contemporáneo se sentirían defraudados, porque la música de Carl Orff es sencilla, melodiosa, discursivamente clara y cautivadora. El compositor, identificado con los textos latinos, respeta en su música las relaciones jerárquicas entre los sonidos de la escala diatónica mayor y menor; entre la tónica, la dominante y la subdominante».

Finalmente apostillaba: «En algunos instantes, el compositor no puede ocultar ciertas influencias de Musorgski y de Stravinsky; pero su recia personalidad domina en el curso de la obra, que deja una impresión gratísima, sobre todo en su aspecto coral, de gran fuerza expresiva…».

ORFF: ENTRE LA PEDAGOGÍA Y LA CREACIÓN

La fama y la popularidad de Carl Orff en el mundo se apoyan en dos razones: su peculiar método de enseñanza «Das Orff-Schulwerk» y su célebre cantata representable Carmina Burana. Si el músico, considerado como uno de los más incomprendidos del pasado siglo, ha compuesto otras obras –casi siempre con destino teatral en sus más diversas posibilidades– ninguna alcanzó el triunfo mantenido con persistencia por aquella, superadora de los triunfos y el prestigio que le procuraran Die Kluege, Catulli Carmina, El triunfo de Afrodita, Antígona, La Luna, Edipo o Prometeo.

Escrita en 1935-1936 y estrenada el año siguiente, la singular fortuna de Carmina Burana se inicia después de la guerra mundial 1939-1945. Se trata de un auténtico «best-seller», y ante tal realidad importan muy relativamente las opiniones de los críticos, especialmente adversas en los partidarios y defensores de la vanguardia.

Acaso una de las razones que han contribuido a aceptar masivamente Carmina Burana es su significación de contrapeso frente a la vanguardia, tantas veces impopular y desconectada del gusto mayoritario, escribía Antonio Franco en El País dos días después del fallecimiento del compositor, el 29 de marzo de 1982, en la ciudad alemana de Munich, la misma donde había nacido el 10 de julio de 1895.

EN EL CINE Y LA PUBLICIDAD

Tal que la pescadilla que se muerde la cola, la creciente popularidad de la obra ha acabado por convertirla en la banda sonora de grandes películas como Excalibur, The Doors, El exorcista y Asesinos natos, por citar sólo algunas, produciéndose así una lógica circular de divulgación que la envuelve en una mayor aureola de celebridad con el paso del tiempo.

En el campo de la publicidad, «O Fortuna» es, sin duda, el poema musical que más se viene utilizando. Lo han empleado ya lociones para después del afeitado como Old Spice, cervezas como Carlton Draught que hace una parodia con sus versos, bebidas con tanto prestigio internacional como Nescafé o la marca de vehículos de transporte pesado Iveco en compañía de la selección neozelandesa de rugby. En España, Campsa y Calgonit también han apostado por ese fragmento de la cantata, que se ha mostrado favorito igualmente entre los productos para deportistas como Gatorade y Nike.

«Hay varios factores importantes por los cuales esta pieza es tan utilizada. El primero es que es una obra muy emocional. Además, tiene una fuerza melódica que pocas composiciones poseen y un matiz épico que hace que el anuncio que la utiliza simplemente se sienta imponente. Es casi como un himno a la grandeza», comentaba días atrás José Andrés Antillón, director general creativo de la multinacional BBDO.

Buena prueba de la notoriedad del tema, del que existen numerosas versiones de rock y de chill out, son la agrupación sueca de metal sinfónico Therion, que realizó su propia interpretación o el grupo francés Era, que se apropió de su estilo.

El Comercio, El País, La Vanguardia y La Nación, 7 de julio de 2013