Mari Pepa empoderada en un Madrid verbenero

Mari Pepa empoderada en un Madrid verbenero

El Campoamor acogió ayer «Agua, azucarillos y aguardiente», de Chueca, y «Revoltosa 69», adaptación libre de la zarzuela de Chapí


Una demostración del compromiso de Oviedo para sacar adelante su 28 Festival de Teatro Lírico es que las dos zarzuelas que ayer se representaron en el Campoamor son nuevas producciones de la Fundación Municipal de Cultura. Un esfuerzo de afirmación cultural, en estos tiempos inciertos. Bajo la dirección musical del Miquel Ortega y la escénica de Curro Carreres, se presentó un programa doble con dos obras maestras del género chico: Agua, azucarillos y aguardiente, de Federico Chueca con libreto de Ramos Carrión, y La revoltosa de Chapí, bautizada para la ocasión como Revoltosa 69. El número se debe al traslado que hace Carreres del Madrid de finales del XIX, al final de la década de los sesenta, y también, al simbolismo sexual del 69. Para esta Revoltosa 69, Pedro Víllora escribe un nuevo texto, que, en mi opinión, no está en ingenio a la altura del libreto original que para Chapí escribieron Carlos Fernández Shaw y José López Silva. También al final de La revoltosa se le añade para reunir a las dos zarzuelas y cerrar la función un número de Chapí, «Vamos del brazo a la verbena», de El puñao de rosas.

Agua, azucarillos y aguardiente es, sobre todo por la animación del segundo cuadro, una de las joyas del género chico. Aunque sobre la obra late una situación dramática de gente a la que se le hace difícil llegar a fin de mes, la música de Chueca es una de las mejores pinturas musicales del casticismo madrileño de todos los tiempos. El experimentado director y compositor Miquel Ortega, al frente de Oviedo Filarmonía entresaca con maestría el ritmo y el color de las partituras de Chueca y especialmente de Chapí. En la primera zarzuela tal vez el tiempo es un poco más cansino y algo monocolor. Chapí, sin embargo, resultó brillante y atractivo.

La Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo es un coro poliédrico, es decir con múltiples facetas, lo que viene como anillo al dedo para abordar una partitura coral como la de Chueca, en la que se suceden coros de barquilleros, de niñeras, de niños, de amas de crías, de chulapos y chulapas. El coro afina bien, tuvo muchos aplausos y la única objeción que se le puede poner es poco empaste, en el sentido de que había voces que se diferenciaban de otras, con cierta carencia de uniformidad.

De los protagonistas, Beatriz Díaz, nuestra soprano todoterreno, interpreta una Pepa aflamencada, solvente y en la que destacó sobre todo su dúo con Mayca Teba, de «Los panaderos». Jorge Rodríguez-Norton interpretó el papel de Serafín con vis cómica y una dicción muy buena. Del resto del elenco destacamos, precisamente por ese rasgo de comicidad natural, a María José Suárez, una cantante y actriz con mucha chispa y humor.

Carreres «revuelve» el sainete de Chapí no sólo por el cambio temporal, antes aludido, sino también por la modificación del texto llevada a cabo por el dramaturgo Pedro Víllora. Al igual que en la obra de Chueca, los añadidos de texto, que algunos se superponían o seguían al texto original, tienden a ralentizar la acción. En este sentido, fue una «Revoltosa» que a pesar de ser género chico pareció algo largo.

El alma vocal de esta «Revoltosa» empoderada es Nancy Fabiola Herrera. La mezzosoprano canaria interpreta a Mari Pepa de una manera seductora. Su voz es bellísima, muy bien utilizada, sobre todo, en la guajira y en el famoso dúo, con una dicción perfecta y, como actriz, encantadora. El barítono Gabriel Bermúdez dio vida a un Felipe a veces un tanto embalado, pero vocalmente muy claro y que reinterpretó con pasión el dúo.

En conclusión, esta Revoltosa 69 con sus resabios feministas se puede decir que funciona, pero que aporta poco a La revoltosa original. Fue correcta y muy aplaudida por el público que hacía días que había agotado las entradas del Campoamor.

El Comercio, 23 de abril de 2021 · Ramón Avello