Oviedo bien vale una misa

Oviedo bien vale una misa

Beatriz Díaz, la gran triunfadora de la obra, se lució en el «Agnus Dei», manejando con solvencia la proyección para realizar una articulación muy ajustada y expresiva


Los actos que festejan Oviedo como origen del Camino en este año Jacobeo cristalizaron musicalmente en la cita que aunaba a la Oviedo Filarmonía y al coro de la Capilla Polifónica en la Catedral de Oviedo. El cuarteto solista, asturiano al completo, Lucas Macías a la batuta, y un programa que incluía la «Misa de la Coronación» eran un caramelo difícil de rechazar en una Vetusta que vive la música clásica como pocas ciudades en España.

El concierto arrancó con la Sinfonía nº 22 en mi bemol mayor de Haydn, donde la Ofil, a pesar de alguna intervención de las trompas que podría haber estado más cuidada, lució equilibrada y con una sonoridad bastante rica manejada con sosiego desde el pódium, con un Lucas Macías que optó por recrearse en el fraseo regular y en la brillantez de la cuerda. El «minuetto» aportó una sensación de frescura y ligereza muy adecuadas y en los dos movimientos rápidos, con mayor profundidad y dramatismo en la orquesta ovetense, los músicos supieron mantenerse ajustados sin perder consistencia, acentuando debidamente las pequeñas inflexiones armónicas. Pero la piedra angular del programa era la Misa en do mayor de Mozart, popularmente conocida como «La misa de la coronación», una obra no excesivamente compleja que generó algunas dudas. Por un lado, la ubicación de los solistas en ambos púlpitos supuso una solución al problema espacial, pero perjudicó la audición de los asistentes que abarrotaban las naves laterales. Por otro lado, la acústica del templo provoca una reverberación muy incómoda que enturbió números fortes y de mayor rapidez, como el «Gloria», donde los sonidos de orquesta y coro se fusionaban sin demasiado control. Quizás habría sido conveniente adoptar unos tempi algo más conservadores, como se hizo en algunos puntos del «Kyrie», con la finalidad de paliar estos efectos.

En cuanto al coro de la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», reforzado ex profeso para esta cita musical, seguramente habría necesitado más efectivos (máxime con la utilización de las mascarillas) para superar con claridad a una Ofil, compacta pero no excesivamente numerosa, que por momentos podría haber puesto más de su parte en un volumen algo más contenido. Alguna entrada resbaladiza al principio y superioridad de las voces blancas (con mayor presencia y proyección) en un coro que fue de menos a más y supo tomar el pulso del concierto conforme avanzaban los compases. Las partes más diáfanas descubrieron un buen trabajo de los pupilos de José Manuel San Emeterio, con equilibrio y una afinación cuidada.

Por su parte, el cuarteto solista confirmó un nivel elevado durante toda la obra, destacando el «Et in carnatus» del «Credo», matizado y pleno de sensibilidad. David Menéndez deleitó a los asistentes con su volumen y su voz bien cubierta y contrastó a la perfección con el timbre, hermoso por natural y carente de artificios, de Noval Moro. La mezzo Lola Casariego exhibió su voz potente y bien coloreada mientras que Beatriz Díaz, la gran triunfadora de la obra, se lució en el Agnus Dei, manejando con solvencia la proyección sin perder el registro de cabeza, y sirviéndose de un fiato poderoso para realizar una articulación muy ajustada y expresiva.

La Nueva España, 30 de agosto de 2021 · Jonathan Mallada