Parodia con gracia y casticismo

Parodia con gracia y casticismo

Mañana y el sábado llega al Campoamor la nueva versión de «El Dúo de La africana» | Se trata de una producción de este teatro que está dirigida por Joan Font y protagonizada por la asturiana Beatriz Díaz

 

El Dúo de La africana, de Manuel Fernández Caballero con libreto de Miguel Echegaray, es una de las obras maestras del llamado género chico español, representada con cierta frecuencia en las temporadas ovetenses. La última vez en el Campoamor fue hace cuatro años, con dirección escénica de Emilio Sagi. Frente a la zarzuela grande, en tres actos, el género chico se caracteriza por su brevedad, generalmente un acto con varios cuadros, y su acción rápida y ligera. Como las exigencias teatrales actuales son muy diferentes a los del siglo XIX, hay una tendencia, hasta ahora sin grandes resultados, a alargar con textos o añadidos musicales las obras del género chico. Para ello, el ingenio del «alargador» debería ser, al menos, de tanto valor como el del autor original, lo que no siempre sucede.

La nueva producción del Teatro Campoamor que subirá al escenario del coliseo ovetense mañana y el sábado recrea con libertad, con la adaptación literaria del dramaturgo y guionista Piti Español, la zarzuela original de Fernández Caballero. Bajo la dirección escénica de Joan Font, fundador de Els Comediants, y la dirección musical de Miquel Ortega, estará protagonizada por la asturiana Beatriz Díaz (La Antonelli), Alejandro del Cerro (Giuseppini), Jorge Eleazar (Querubini), José Zapater (Inocencio), Noelia Pérez (Amina), Raúl Alegría (El Mago), Alfonso Aguirre Zorroza (El bajo), José Antonio Lobato (Inspector) y Carmen Gloria García (Doña Serafina).

La jota frente al aria

 

Desde su estreno en 1893 en el madrileño Teatro Apolo, El Dúo de La africana supuso todo un hito de popularidad. Estructurada en un acto y tres cuadros, el ingenioso texto de Miguel Echegaray -el hermano de José, el olvidado Nobel de literatura español- idea una trama que se relaciona con el teatro dentro del teatro. La acción describe, entre bastidores, el intento de representación de una compañía de ópera «de medio pelo» que intenta representar «La africana», de Meyerbeer, la ópera que a finales del XIX figuraba en casi todas las temporadas del Teatro Real.

En El Dúo de La africana, el empresario, que se hace llamar Querubini aunque su nombre es Manolo, está casado con la prima dona de la compañía, La Antonelli, una sevillana graciosa que coquetea con Giuseppini, el tenor de la compañía que en realidad se llama Pepe. La madre de Pepe, Doña Serafina, mujer acomodada aragonesa, no ve con buenos ojos que su hijo se dedique al teatro y está dispuesta a impedir que siga el camino del canto. Todo ello da pie a una serie de situaciones grotescas que garantizan la comicidad.

Fernández Caballero escribe una partitura brillante, bien construida y con cierta mezcolanza a través del transcurso de la obra de una música popular española con trazos italianizantes o incluso referencias concretas, especialmente a «La africana». El coro tiene a lo largo de toda la representación un papel principal con números verdaderamente inspirados como el coro de las murmuraciones. «Se asegura que la tiple y el tenor /, en Sevilla se miraban con pasión / y que en Cádiz y en Valencia y en Palermo y en Florencia todo el mundo lo notó…». La canción andaluza está representada principalmente por la Antonelli en el número «Yo he nacido muy chiquita», en la que deja claro que ella no tiene nada de italiana. De todos los números musicales, el que primero saltó a la fama es el dúo de Giuseppini y la Antonelli que comienza «africana, gitana, nacida muy cerca del puente Triana» y que se cierra con la brillante jota «no cantes más la africana, vente conmigo a Aragón que allí la jota que es gloria nos cantaremos los dos». Esa jota, número bomba de la representación y que retomará el coro al final de la zarzuela, sintetiza, con musicalidad y gracia, ese mensaje final de El dúo de La africana por el que la jota vence al aria.

El Comercio, 8 de mayo de 2019 • Ramón Avello