«San Franco de Sena» revisa la lírica nacional en el Baluarte

«San Franco de Sena» revisa la lírica nacional en el Baluarte

El maestro José Miguel Pérez-Sierra hizo una magnífica labor, dirigiendo con autoridad y control absoluto e imprimiendo el carácter que la partitura requería


Emilio Arrieta fue una persona clave en el mundo musical de la España del siglo XIX. Además de por su importante labor como compositor fue maestro de muchos de los autores de generaciones posteriores y también de Isabel II debido a su posición privilegiada como director del Conservatorio de Madrid durante muchos años y hasta su fallecimiento.

Desafortunadamente de su importante catálogo, la única obra que ha permanecido en el reportorio es Marina que tuvo el honor de ser la primera ópera en español que se representó en el Teatro Real de Madrid protagonizada por el famoso tenor Enrico Tamberlick, quien había convencido a Arrieta para convertir la que en principio fue una zarzuela (estrenada en 1855) en ópera (1871). Hay que tener en cuenta que el Real, en aquella época, era feudo absoluto de la ópera italiana y contra este hecho muchos compositores españoles, incluido él mismo, lucharon por crear la llamada «ópera nacional». La formación musical de Arrieta se forjó principalmente en Italia y esto marcó toda su producción musical. Si otros compositores de la época –como Barbieri o Gaztambide– utilizaron habitualmente recursos populares en sus obras, en el maestro navarro es escaso el uso de este recurso en sus obras.

Por todo ello cobra especial relevancia la recuperación y revisión de la partitura de la zarzuela San Franco de Sena realizada por el maestro Óliver Díaz y ofrecida en versión de concierto gracias a la programación de la Orquesta Sinfónica de Navarra y de la Fundación Baluarte que cuenta, en la oferta lírica, con la colaboración de la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera (AGAO). Se trata de la última obra de teatro musical que compuso Arrieta y que estrenó en el Teatro Apolo de Madrid en 1883, un claro ejemplo de lo que se denomina zarzuela grande en tres actos. La obra es de una calidad incuestionable –los actos segundo y tercero sin lugar a dudas–, lo que viene a poner de manifiesto la necesidad de hacer una labor de revisión de muchas de las obras que en su época gozaron de un éxito unánime, como es el caso, y que luego cayeron en el olvido. Este es un ejemplo meridiano y es de esperar que el Teatro de La Zarzuela de Madrid coja el testigo y complete la recuperación programándola en versión escenificada. El maestro de Puente la Reina bien lo merece.

El reparto vocal, junto a la Orquesta Sinfónica de Navarra y al coro de AGAO, interpretaron la obra bajos las órdenes del maestro José Miguel Pérez-Sierra, quien realizó una magnífica labor dirigiendo con autoridad, control absoluto de la obra e imprimiendo el carácter que la partitura requería. En San Franco el coro cobra una relevancia de primer orden al ser un personaje más y tener páginas realmente importantes; desafortunadamente el conjunto de AGAO no tuvo una de sus mejores noches.

El papel titular, Franco, corrió cargo del tenor Alejandro Roy que dominó el exigente papel de principio a fin, con total seguridad y esa facilidad en el tercio agudo tan característica suya, echándose únicamente de menos algo más de matización y refinamiento en algunas ocasiones. A su lado, como Lucrecia, estuvo Beatriz Díaz, que sacó provecho del personaje gracias a una voz de lírica plena muy matizada en su aria y en el dúo del último acto. Javier Franco como Federico cumplió a la perfección con la nobleza característica de su voz, al igual que Itsaso Loinaz. El resto de solistas aportó suficiente corrección en sus cometidos redondeando una velada importante que, pese a ello, no consiguió llenar el auditorio pero que ha devuelto a la vida una obra que merece subir de nuevo a los escenarios. 

Ópera Actual, 21 de octubre de 2022 · Alberto Osácar