Una promesa más que cumplida

Una promesa más que cumplida

Beatriz Díaz es una de las sopranos españolas con un futuro más prometedor por delante. El nombre de esta asturiana comenzó a sonar con fuerza en 2007 cuando, literalmente, arrasó en la 44 edición del Concurso de Canto «Francisco Viñas», uno de los concursos líricos celebrados en nuestro país con más resonancia a nivel internacional 

Compitiendo con 420 aspirantes de 50 países, Díaz se convertía así en la primera española en ganarlo desde la edición de 1983, en la que la ganadora fue Enedina Lloris. A pesar de obtener premios como el del público, el de mejor cantante de nacionalidad española o el de mejor intérprete de zarzuela, la soprano no obtuvo el de mejor promesa, ya que había dejado muy claro que era ya mucho más que eso. Tan natural a la hora de expresarse como cuando canta, Beatriz Díaz lleva una carrera imparable desde ese momento de gloria, creciendo cada vez más como intérprete con nuevos repertorios, que incluyen exitosas incursiones en la zarzuela, como con la reciente La generala del Teatro de La Zarzuela, como partituras tan diversas como Turandot, Don Giovanni y Un ballo in maschera. En mayo cantará la Liù de Turandot en el Palacio Euskalduna de Bilbao.

La cantante abrió un hueco en su abultada agenda para concedernos la presente entrevista y en ella pudimos constatar un inagotable entusiasmo que unido a su talento natural y a un tesón que, sin duda no le va a faltar, la llevarán muy alto.

– Aún recuerdo aquella «Eterna canción» –sorpresa– donde te oí cantar por primera vez. Era el 20 de junio de 2004. Fue una sorpresa en varios sentidos: Amanda Serna y Beatriz Díaz, como sopranos, e Ignacio García como director de escena. ¿Qué había pasado antes? ¿Dónde cantaste por primera vez?
– La primera vez que recuerdo haber subido a un escenario tenía 6 años. Era en Boo, mi pueblo, en las fiestas. Había un concurso de canto para niños y canté El pintor que pintó a Xuana (canción típica asturiana). Era un poco raro que una niña de esa edad cantase este tipo de repertorio pero la razón la tenía en casa: mi padre era cantante de tonada y al oírle ensayar aprendí sus canciones. A esta actuación siguieron muchas durante varios años en romerías asturianas.

– Ya que has nombrado a tu padre, se me ocurre que siempre es bueno saber algo de ellos y del ambiente en el que te has criado. Dinos algo de todo esto.
– Mis padres son dos trabajadores que nada tienen que ver con el mundo de la ópera. Mi padre, ahora jubilado, fue minero y madre es maestra. La música que se escuchaba en mi casa fue la canción asturiana, ya que mi padre dedicó varios años de su vida a cantar este tipo de canción tradicional. La ópera era una auténtica desconocida para todos en la familia, algo muy lejano. Poco a poco me fui introduciendo en este mundo y, lógicamente, todos conmigo, porque si algo tengo que agradecer a cada uno de los miembros de mi familia, y muy en particular a mis padres, es que siempre he tenido un apoyo incondicional a la vez que han demostrado una fe ciega en mí y en mis posibilidades de llegar a ser cantante. A mi padre le hace especial ilusión mi profesión porque la música es algo que él también lleva dentro y, a su manera, vive a través de mí su sueño.

– ¿Y tus estudios?
– Lo de cantar no era en un principio lo importante. Empecé estudiando piano en el Conservatorio pero al acabar el grado elemental me di cuenta de que lo me tiraba era el canto. Con 15 años abandoné el piano y decidí que lo que quería era cantar.

– Y en esa encrucijada, ¿Cuál fue la dirección que tomaste?
– Aquí aparece la que siempre ha sido mi maestra y con quien a día de hoy trabajo: Elena Pérez Herrero. Ella es la «culpable» de mis comienzos en el mundo de la ópera, género totalmente desconocido para mí en aquel entonces. Fue ella quien poco a poco fue formándome la voz y enseñándome un camino nuevo, que me condujo a lo que soy hoy y me hizo ver que a base de esfuerzo y confianza se pueden hacer cosas que en un principio crees que son imposibles.

– Tener un buen maestro es la clave de muchas carreras. ¿Estás satisfecha?
– No sólo estoy satisfecha, sino que me creo afortunada porque he tenido la suerte de estudiar de continuo con la misma persona y siempre aprendo cosas nuevas. Ella conoce perfectamente mi voz y sabe decirme en cada momento las palabras justas para entender cómo se hace lo que hay que hacer. Esto es muy difícil en un mundo tan abstracto como es el aprendizaje del canto.

– ¿Has conocido a alguien más con quien hayas estudiado?
– Elena Pérez Herrero es, desde siempre, mi maestra y en su condición de tal me ha animado a tomar clases magistrales, que he recibido de Elena Obraztsova, Mady Mesplé, Montserrat Caballé o Mirella Freni. Pienso que de todos se aprende. Cada persona tiene su manera de entender la técnica y, lógicamente, de explicarla; hay que seleccionar y coger de cada persona lo que es válido para uno. Es la única manera de enriquecerse: conocer diferentes puntos de vista y elaborar uno propio a partir de ahí.

– De todas ellas aprendiste algo pero siempre hay alguien especial. ¿Alguna de ellas significó algo especial para ti?
– Son especiales para mí Montserrat Caballé y Mirella Freni. Cuando conocí a Montserrat Caballé, durante un curso en Andorra, yo tenía 18 años. Recuerdo que canté Si. Mi chiamano Mimì. En todo momento me dio buenos consejos y su apoyo para que siguiera estudiando porque me veía posibilidades. Imagínate qué fuerza te da el que una cantante de su categoría te diga que puedes tener una carrera por delante en este difícil mundo.

-¿Y cómo fue lo de Mirella Freni?
Mirella Freni siempre fue el referente más importante para mí, tanto por su voz, como por su expresividad, su capacidad de transmitir y por el repertorio abordado en su juventud, que es muy afín al mío. En 2005 me enteré que impartía un curso en Italia para 15 personas durante año y medio yendo una semana al mes, lo que me permitía perfeccionar mi técnica a la vez que trabajaba en el teatro. Así que, sin pensarlo dos veces cogí mi maleta y me fui a Vignola, a la aventura, sin apenas hablar italiano. En la prueba había gente de todo el mundo, éramos cien. Yo, como siempre me ocurre, veía imposible ser seleccionada. Finalmente lo fui, aunque confieso que el viajar hasta Vignola hubiese merecido la pena igualmente sólo por verla. Es imposible poder decir que he tenido la suerte de estudiar con la persona que más admiro en el mundo del canto. Luego he tenido la gran suerte de volver a hacerlo para preparar Liù, rol que debutaré en mayo de este 2008 en Bilbao.

– Recuerdo que nos conocimos en el concurso «Julián Gayarre», ¿cómo es tu experiencia en estas lides?
– Mi experiencia con los concursos siempre ha sido buena. Quitando el primero, en el que me echaron a la primera, en el resto he llegado a la final y he obtenido algún premio. La verdad que es un apoyo y te da ánimo para continuar. Mi actitud en los concursos nunca sido la de ganar sino la de hacerlo lo mejor posible para quedarte a gusto contigo misma, aunque luego no te den nada. ¿Y quién sabe si algún agente o director no te ofrecerá trabajo? Además está la posibilidad de subirte a un escenario, lo que siempre te hace crecer como artista.

– Que yo sepa, has estado en el «Julián Gayarre» de Pamplona y en el «Acisclo Fernández Carriedo» de la Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero. Cuéntanos cómo te fue con ellos.

– No me puedo quejar. En el concurso «Ciudad de Logroño» del año 2002 me concedieron los premios a la mejor cantante de zarzuela y a la voz con más porvenir. En el «Julián Gayarre» de Pamplona del año 2004 me dieron una bolsa de estudios. En el concurso «Acisclo Fernández Carriedo» de la Fundación Guerrero del año 2005 me otorgaron el premio a la mejor cantante de zarzuela.

– Hasta que llegas al concurso «Viñas»…
– El concurso «Francisco Viñas» del pasado 2007 fue la realización de mi sueño: obtuve el primer premio femenino, el de mejor cantante de nacionalidad española, el mejor cantante de zarzuela (compartido), el premio del público y también gané el premio de la ópera de Brasil y el premio de la Escuela Reina Sofía de Madrid. Aún creo estar soñando cuando lo recuerdo. Cuando llegué el primer día pensé incluso en irme porque me parecía imposible hacer algo entre tanta gente. Fui pasando fases y llegué a la final. ¡Podía cantar en el Teatro del Liceo! Era la primera vez en mi vida que pisaba este teatro y la idea de conocerlo desde el escenario y cantando dos arias que me encantan me fascinaba. Tenía nervios, lógicamente, pero también pensaba que podía ser la única vez en mi vida que pisara aquel escenario y quería disfrutarlo y así lo hice. Salí y cante Si. Mi chiamano Mimì y el público aplaudió a rabiar; lo que ya era de por sí un premio, aunque no hubiese ganado nada. El recuerdo de ese día es imborrable. El destino quiso que además tuviera la gran fortuna de ganar los premios antes citados… Fue un sueño. Recuerdo con especial cariño el día que leyeron los premios de la final. Mi padre fue a Barcelona para verla y cuando dijeron que había ganado fue un momento muy emocionante: lloramos, nos abrazamos, reímos… Fue una sensación mágica para no olvidar nunca. Si bien es cierto que esta profesión es muy dura, también te hace vivir momentos inolvidables.

– ¿Ha cambiado tu vida?
– Desde entonces sí que ha cambiado mi carrera. Te llaman para hacer audiciones y me ofrecen papeles para los que antes no tenías posibilidades. Creo que este es mi momento y tengo que aprovecharlo y demostrar que tengo capacidad para dedicarme a esto y emocionar al público. En cuanto al repertorio, no quiero cerrar ninguna puerta. Hay que hacer de todo porque de todo aprendes algo nuevo: ópera, zarzuela, recital, oratorio…

– Volvamos a «La eterna canción». ¿Qué recuerdo tienes de aquella obra?
– Es una zarzuela a la que tengo mucho cariño. En ella hacía el papel de soprano cómica. Dicho papel no me permitía lucirme como cantante, pero como actriz aprendí muchísimo. Era la primera vez que hablaba en público y fue todo un reto. Nada hubiese sido posible sin la confianza que depositaron en mí Ignacio García y todo el equipo del Teatro Español. La eterna canción es una producción clave en mi carrera que me enseñó muchas cosas y en cierta medida me abrió muchas puertas. Era la primera vez que alguien confiaba en mí para hacer un papel de cierto relieve en una zarzuela. Si bien es cierto que musicalmente no era lo más adecuado para mi voz, como actriz me enseñó muchísimo. En este aspecto estoy enormemente agradecido a Ignacio García porque, aún a pesar de mi juventud, confió en mí y trabajamos mucho. Mi papel tenía el problema de tener mucho texto; en aquel entonces mi acento asturiano era exagerado y fue muy difícil, pero conseguimos que pareciera una chulapa de pura cepa. Además, mi pareja de reparto era Millán Salcedo y entonces el reto era doble porque había que dar la talla. Aprendí muchísimo, sobre todo desde el punto de vista teatral, que creo fundamental para un cantante. Lógicamente, tengo muy buenos recuerdos porque, además de todo un éxito, tuve la oportunidad de trabajar con gente maravillosa y de hacer grandes amigos.

– ¿Cómo te ha tratado la vida desde el punto de vista del trabajo?
– Siempre he tenido suerte a la hora de encontrar trabajo. En el año 2002 debuté en el Teatro Campoamor de Oviedo en L’amico Fritz y en 2004 estaba en el «Real», lógicamente, haciendo pequeñas partes, pero creo que es así como se debe empezar para ir poco a poco conociendo los entresijos del teatro y creciendo como artista. No por mucho madrugar amanece más temprano.

En este mundo siempre son importantes las buenas compañías. ¿Cómo han sido las tuyas?
– También he tenido suerte de trabajar con grandes directores, tanto musicales como Friedrich Haider, Alberto Zedda, Pierre-Giorgio Morando, como con los escénicos Ignacio García, Emilio Sagi, Mario Pontiggia… Esto ayuda mucho. Siempre se aprende cuando se tienen ganas de aprender.

– ¿Qué has hecho desde que no nos hemos visto?
– He hecho el Stabat Mater de Pergolesi en la temporada de ballet del Teatro Real a principios de septiembre de 2007. fue una experiencia muy bonita donde poníamos la música al servicio de los bailarines del Nederlands Dans Theater, que hacían un espectáculo precioso que tuvo mucho éxito. También en el «Real» canté El tutor burlado a mediados de junio de 2007 y El pequeño deshollinador en enero de 2008. Ambas eran reposiciones y, por supuesto, volver al Teatro Real siempre es estupendo para un cantante. Si bien es cierto que El tutor burlado lo había hecho en Leganés en enero de ese año, esto supuso su puesta de largo en el Teatro Real y tuvo muy buen resultado y, además, estuvo cantado por jóvenes, algo muy importante. En marzo he actuado en La generala del Teatro de La Zarzuela. Esta obra ha supuesto mi primer contacto con este teatro y una experiencia muy positiva. Hay que dignificar la zarzuela, algo que con producciones como ésta se consigue. La elegancia y el buen gusto está presente a lo largo de toda la obra y además hay grandísimos cantantes formando parte del elenco y que son buenos compañeros, ¿qué más se puede pedir?

– ¿Proyectos?
– En abril acabo de hacer La generala en Oviedo y ahora me espera el papel de Liù de Turandot en el Palacio Euskalduna de Bilbao el día 17 de este mes de mayo; volveré con La generala, esta vez en el Théâtre du Châtelet de París los días 27, 29 31 de mayo y el 1 y 3 de junio. En julio cantaré Zerlina de Don Giovanni en el Teatro Jovellanos de Gijón. Respecto a 2009, lo comenzaré con el Oscar de Un ballo in maschera en Oviedo, los días 22, 25, 28 y 31 de enero de 2009. Además, ahora estoy concretando las fechas para ir a dar unos recitales en Brasil que son parte del premio del concurso «Francisco Viñas».

Melómano, mayo de 2008