Por los derechos hacia la libertad

Por los derechos hacia la libertad

Beatriz Díaz: «Aceptar con naturalidad las diferencias entre el sexo masculino y el sexo femenino es el gran logro pendiente de la humanidad; reconocernos en el mismo punto de partida y disfrutar de oportunidades que corran en paralelo, el mayor y más admirable desafío»

 

Ante el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer quiero expresar mi condena más rotunda a la crueldad que azota a millones de mujeres en todo el mundo. Y dado que soy mujer, y de que por el simple hecho de serlo también podría llegar a padecerla, deseo enviar mi abrazo solidario a todas las víctimas de esta terrible pandemia global.

Es urgente erradicar la violencia sexual, la agresión física, la extorsión psicológica… todas las modalidades perversas de dominación, sometimiento, abuso, maltrato y acoso que se escudan en la fuerza bruta y en la supuesta superioridad social entre seres racionales de la misma especie.

Sé bien que somos diferentes, que los hombres son hombres y las mujeres, mujeres, pero también sé que no somos distintos, porque compartimos los atributos de la condición humana. Por eso creo que la igualdad, entendida como expresión de las relaciones de equidad que deben de regir la convivencia, es un asunto que tiene más de neuronal que de hormonal y que, para el caso, no depende tanto de los cromosomas como de la corteza del cerebro.

Si el objetivo es el triunfo de la justicia y de la paz como modelo cívico, la diversidad bien entendida tiene efectos multiplicadores. La mejor versión de cada cual produce mejores resultados colectivos. Aceptar con naturalidad las diferencias entre el sexo masculino y el sexo femenino es el gran logro pendiente de la humanidad; reconocernos en el mismo punto de partida y disfrutar de oportunidades que corran en paralelo, el mayor y más admirable desafío.

Me parece que no es tiempo de prolongar la jerarquía de los poderes arbitrarios ni de proseguir en las confrontaciones que nacen en los despotismos de la entrepierna y acaban en la dictadura de la puñalada. Tampoco de abanicar privilegios ni de admitir esclavitudes. La vida en sociedad exige tanto respetar como ser respetados.

Es hora de repetir que se hagan valer los derechos humanos y que se cumpla la ley a rajatabla, eso lo tengo muy claro. Pero, lo que de verdad me gustaría sería poder gritar que hoy llegó el día de mirarnos a la cara, cogernos de la mano, tratarnos de tú a tú y correr codo con codo a celebrar la libertad.

La Nueva España, 25 de noviembre de 2019 Beatriz Díaz