Aplausos para unas «Señaldades» muy enraizadas en Asturias

Aplausos para unas «Señaldades» muy enraizadas en Asturias

La OSPA, el Coro de la Fundación y Beatriz Díaz estrenan con éxito en el Auditorio la cantata de Avello sobre poemas del Padre Galo, Pin de Pría y Juan Manuel Acebal


«Hecho en Asturias» es el epílogo a la temporada de abono de conciertos de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en el que se proyecta intérpretes o compositores asturianos. El pasado año, el protagonista fue Martín García, pianista gijonés que interpretó dos conciertos de Mozart. Ayer, la OSPA y el Coro de la Fundación Princesa de Asturias, bajo la dirección de Daniel Sánchez Velasco, también compositor y clarinetista titular de la orquesta asturiana, acogió a tres solistas destacados, el violonchelista Alejandro Viana y el trompista ovetense Jorge Monte Faz, y la soprano Beatriz Díaz, solista de la obra Señaldades I del compositor asturiano Manuel Fernández Avello. Daniel Sánchez Velasco se dirigió al inicio del concierto al público mostrando su satisfacción por ser la segunda vez que dirige «Hecho en Asturias». Un valor para resaltar el talento musical de nuestra comunidad.

Las Variaciones sobre un tema rococó, para violonchelo y orquesta, de Chaikoski, reflejan el gusto del compositor ruso por el «estilo galante», del siglo XVIII, y por otra parte esa rara mezcla de virtuosismo e inspiración lírica. La versión de Alejandro Viana, ganador en 2018 del Concurso de Cuerda de Llanes, fue segura, limpia, un poco lejana, salvo la expresividad de la sexta variación. Se ve que hay un violonchelista de futuro.

Jorge Monte Faz tocó en el Auditorio un par de veces, como trompetista de la Orquesta de la Scala de Milán. Ayer, protagonizó el Concierto para trompa y orquesta N.º 4, de Mozart. Jorge consigue de la trompa efectos muy «cantábiles», como en el segundo movimiento. También dinámicas muy ricas con igual fuerza que un «tutti» orquestal, pero al mismo tiempo con una delicadeza insólita. La cadencia del primer movimiento fue prodigiosa.

Había expectación por el estreno de Señaldades I, de Manuel Fernández Avello. Señaldades, palabra que se puede traducir como soledades o añoranzas hunde parte de sus raíces en el Álbum de canciones, de Avello, colección de lieder que se engarzan, junto a otros de nueva creación, en esta obra sinfónico coral sobre poemas del Padre Galo, Pin de Pría y Juan Manuel Acebal. Hay algo que se percibe en la interpretación de esta obra: el cariño que ha puesto la orquesta, especialmente su director, Daniel Sánchez Velasco, el coro de la Fundación dirigido por José Esteban García Miranda y Beatriz Díaz.

La obra es de una riqueza musical muy refinada, con contrapuntos, breves referencias internas a algunas secciones ya en la obertura y aspectos tímbricos que denotan el oficio de Avello. Beatriz Díaz estuvo exquisitamente lírica en la añada inicial y «El agua de la fonte». El coro de la Fundación, que hacía tiempo que no lo escuchábamos, rotundo, bien empastado y con una afinación perfecta. Los números cimeros, en mi opinión, fueron «Dende la mesma ventana», una vaqueirada rabiosa y muy original, y «La nuiche», muy bien graduada en dinámicas progresivas. La fuga final, con la incorporación de todos los cantantes y la orquesta, refleja ese oficio antes aludido.

Ayer asistimos al estreno de una obra muy asturiana, muy bien construida y que debería pasar a formar parte del repertorio de la Orquesta Sinfónica de Asturias. Señaldades I está unida a otra obra inconclusa del mismo autor, la número dos, y combina en ellas el microcosmos de la canción aislada con una agrupación sinfónica y coral integradora de la música tan personal de Manuel Fernández Avello. El público aplaudió mucho y los intérpretes salieron varias veces a escena. Podrían haber repetido la «vaqueirada», pero la OSPA nunca regala bises. Esa racanería debería cambiar.

El Comercio, 18 de junio de 2022 · Ramón Avello



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