Beatriz Díaz: de la tonada a la ópera

Beatriz Díaz: de la tonada a la ópera

Hace veinte años, la soprano allerana Beatriz Díaz ya se inclinaba más por «El pintor que pintó a Xuana» que por «Tengo una muñeca» o «El cocherito, leré»: «Siempre me han mirado como a un bicho raro, primero por mi afición a la canción asturiana y luego por mi dedicación a la ópera», cuenta entre risas la cantante, que ha sido la última ganadora del Concurso internacional de canto «Francesc Viñas» 
 
Este mes volverá a subirse a las tablas del Campoamor; la última vez fue en 2002, cuando cantó el papel de Caterina en L’Amico Fritz, de Mascagni. Del 20 al 24 de marzo, Beatriz Díaz será una de las voces de la zarzuela Marina. «Estoy muy ilusionada con volver, aunque hay que tener cuidado con los traspiés. Me siento en el ojo del huracán y tengo que demostrar que valgo para esto. Lo importante es no quedarse en una moda volátil», confiesa decidida.
 
Ya en mayo, la soprano sustituirá a Ana Nebot en la reposición de la Antología asturiana de zarzuela: vamos p’Asturias, vamos pa Oviedo. Para Díaz, este compromiso tiene un halo especial porque la música asturiana ha sido una banda sonora importante en su vida. Las primeras canciones que aprendió de niña fueron las que escuchaba cantar a su padre, Ricardo Díaz, una de las últimas grandes voces de la tonada allerana. «La primera vez que entré en el teatro de Oviedo fue para cantar canción asturiana», relata la soprano, «tenía 14 años y participaba en el Concurso y muestra de folclore "Ciudad de Oviedo"».
 
Tonada
 

Beatriz Díaz acompañaba de pequeña a su padre por toda Asturias, cuando Ricardo’l de Boo -como lo apodaron- se presentaba a concursos y certámenes en Moreda, Oviedo y Avilés, lugares en los que ganó algunos de los premios más laureados. «La única forma de que la niña parara quieta era escuchando tonada», recuerda su padre, «cuando terminaban de cantar ya no había manera de pillarla». Menuda e inquieta, Beatriz absorbía lo que se cruzaba por sus oídos. Tal y como es el aprendizaje de la canción asturiana. A través de las grabaciones, los intérpretes aprenden escuchando a los clásicos. «En nuestra casa sonaban a todas horas las cintas de Juanín de Mieres, por quien mi padre se guiaba», relata Beatriz Díaz.
 
El pintor que pintó a Xuana fue la primera canción que la soprano cantó frente al público. Tenía 6 años y la había aprendido de tanto oírla ensayar a su padre. Este debut fue en las fiestas de San Juan de Boo, junto a otros niños que participaban en un concurso de canto infantil. «Pero, claro, no podía ir por ahí cantando canciones para hombre, así que pronto me dieron una cinta de "La Busdonga", para que aprendiera repertorio femenino», cuenta Beatriz Díaz. Y empezó a desfilar por las romerías, los concursos de folclore y los corrillos de los chigres. Según su padre, la pequeña era todo un reclamo y se lo pasaba en grande cantando Esa saya colorada o Pincheme con una espina, canción esta última que compartió a dúo con Manolo Ponteo, quien, según Ricardo Díaz, profetizó en una ocasión de la niña: «¡Ya veréis ésta cuando sea grande!».
 
Beatriz Díaz afirma que sus comienzos con la tonada le valieron para superar el pánico escénico y para desarrollar una capacidad auditiva. Cualidades éstas que, según el relato de su padre, parece que le son innatas. Como se suele decir, el artista se hace, pero también nace. Otra anécdota que recuerda Ricardo Díaz fue con el gaitero Silvino Fernández, con quien grabara la casete «Canción asturiana», editada por Dial Discos en 1990. «Resulta que habíamos ido a grabar a casa de un paisano de Boo con Silvino’l de la Depata. Venía con nosotros Beatriz y Silvino quiso tocar con ella El pintor que pintó a Xuana. En medio de la canción se le escapó una nota de la gaita y ella, sin parar de cantar, le echó una mirada que para qué», relata Ricardo Díaz.
 
Viendo las cualidades de la niña, sus padres decidieron que estudiara solfeo y piano, pero a la hora de acceder al Conservatorio Beatriz decidió seguir por canto. «Yo pensaba que la gente cantaba por ciencia infusa, para mí cantar era algo natural. No me imaginaba que hubiera una especialidad», confiesa la allerana. Lo de mantenerse quieta frente al piano, sentada en la butaca, unas cuantas horas al día, le resultaba imposible. Finalmente, no fue seleccionada para entrar a cursar el Grado Medio de Canto en el Conservatorio. «Cosas del destino. Gracias a eso empecé a recibir clases particulares con Elena Pérez Herrero, a la que considero mi maestra», afirma Díaz. Después vinieron las clases magistrales con Montserrat Caballé y con Mirella Freni en Bolonia, pero antes Díaz tuvo que empezar con la ópera prácticamente desde cero. «La tonada y la lírica son dos facetas del canto opuestas. Tuve que elegir», comenta Díaz.
 
Canción profesional
 
Hasta ahora la canción había sido para ella un «hobby». «¡Si yo quería estudiar Farmacia y al final me metí en Biología!», señala la allerana. Díaz comprobó que lo de sobrevivir únicamente de la tonada era cosa imposible y terminó inclinándose por la lírica. «La decisión de dedicarme a la lírica profesionalmente llegó con el tiempo. Es más, lo primero que le dije a Elena Pérez cuando entré en su clase por primera vez, con 16 años, fue que quería cantar como Whitney Houston y Mariah Carey», cuenta sonriente la soprano.
 
Su maestra le fue enseñando partituras, como quien no quiere la cosa, hasta que la lírica se caló en sus huesos. «No obstante, antes de cantar nada estuve un par de años sin entonar una sola partitura. Sólo podía hacer ejercicios de técnica», recuerda Díaz, que pasa entonces a explicar las diferencias entre cantar uno u otro estilo; cómo se imposta la voz en la tonada, y cómo es el timbre asturiano, al que se le da el nombre de «cantar al alto la lleva»: «Lo principal es que para la lírica utilizamos todo el cuerpo, no sólo las cuerdas vocales; porque todo el sonido se proyecta a partir del cuerpo. En cambio, el sonido rasgado, natural e hiriente de la tonada se hace de pecho para arriba», expone la soprano.
 
No obstante, Díaz afirma seguir teniendo apego a la canción asturiana. Le sería imposible retomar el canto de la tonada, pero hay un camino intermedio que podría afrontar y que iniciara Baldomero Fernández. En él, los cantantes líricos recrean las voces clásicas de la asturianada. «Hay un ciclo de canciones asturianas de Antón García Abril al que le tengo muchas ganas. He escuchado alguna versión de Isabel Rey y de Ainhoa Arteta de una nana que incluye ese ciclo y me parece preciosa», comenta. Es así como Díaz revivirá sus primeros pasos, con la tonada, cuando interprete su rol en la «Antología asturiana de zarzuela». Y de ahí al teatro Real de Madrid en junio, donde actuará en Il tuttore burlato, de Martín y Soler. Beatriz Díaz sigue su estrella.
 
La Nueva España, 8 de marzo de 2007