El espectáculo debe continuar

El espectáculo debe continuar

El cénit de la noche llegó con el magistral directo de Beatriz Díaz que literalmente hipnotizó a los presentes al son del «O mio babbino caro»


Ocurrió un 21 de octubre a las 21.00 horas. Si usted salía de trabajar, tenía cena o simplemente necesitaba pasear para quitarse de encima la semana y lo hacía por el centro de Oviedo, se habrá topado de bruces con cientos de ciudadanos agolpados en plena vía pública mirando hechizados hacia un punto fijo. Parecía que unos cantos de sirena habían embrujado a esos espectadores que asistían a una función única, sin entrada ni butaca. Pero es que este viernes había cumpleaños y tocaba celebrar.

Lo que pasó sobre las ventanas del Salón de Té y la fachada del Campoamor fue, simplemente, arte. O, como dijo un grupo de señoras que me crucé al acabar la obra: «esto fue guapo, guapo, de verdad».

Los 130 años del teatro, símbolo grabado a fuego en el carnet de identidad ovetense, merecían un espectáculo que nunca hubiésemos presenciado. Y tenía que ser en la calle, para todos los públicos, teníamos que conseguir buen tiempo, y hasta eso consiguió el Campoamor con el enchufe que tiene por ahí arriba. Tenía que tener luz perfecta, sonido impecable y escenografía espectacular y, por supuesto, una selección musical a la altura de la efeméride. Por eso, nadie mejor que su principal valedora para llevar a buen puerto este encargo que hicimos desde Cultura. La Fundación Ópera de Oviedo entendió a la primera lo que queríamos regalar ayer a la ciudad, y, sencillamente, dio en el clavo, con la música y arreglos de Oviedo Filarmonía.

Un Campoamor de burbuja pequeña y ascenso lento comenzó el espectáculo con unos alterados hugonotes que exasperaron al maestro de ceremonias, acompasó, después, escaleta con el violonchelo electrónico de Briana Tam y nos retrotrajo en el Delorian hasta los bailes de principios de siglo con los acordes de Tommy Jervidal y Patrick Usher. Después, preludio de lo que iba a acontecer tiñendo de rojo fuego la fachada del teatro, unas copas rotas por la torpeza de una artista venida a camarera que daría paso al baile con el «Puttin’ on the Ritz». A continuación, el teatro ardería con una espectacular recreación del incendio que sufrió en el 34.

Apagadas las llamas, asistiríamos a uno de los momentos más inolvidables de la función, el de dos grandes, Beatriz Díaz y Anabel Santiago, antagónicas y divinas, en perfecta armonía, interpretando «Carceleras» y «Al pasar por el puerto» en el guiño de la noche a la Zarzuela y a la Tonada. Después vendría Ravel, la tensión de la percusión y los chelos de Break of Reality y todo ello nos conduciría a un delicioso «Lago de los Cisnes» ejecutado por unos bailarines manipulados cual marionetas. Alcanzaríamos, entonces, el cénit de la noche con el magistral directo de la allerana Beatriz Díaz que literalmente hipnotizó a los presentes al son del «O mio babbino caro».

Y llegó el final tras treinta minutos de emociones. Con un broche a lo Bogart recordando que esto podía ser el comienzo de una gran amistad, aunque los lazos que unen a los ovetenses con su Campoamor son vínculos de sangre. Quiero dar las gracias a todos los que quisieron apuntarse a este cumpleaños y desearles que siga latiendo el corazón de la cultura desde ésta que es su casa por muchos siglos más. Porque el espectáculo debe continuar.

La Nueva España, 23 de octubre de 2022 · José Luis Costillas, Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo