«Tour de force» en la Ópera de Oviedo con dos montajes a la vez

«Tour de force» en la Ópera de Oviedo con dos montajes a la vez

Músicos, cantantes y técnicos trabajan para encajar seis funciones de «Madama Butterfly» y cinco de «Fidelio» en dos semanas

 

–Hola, María. Quiero proponerte una cosa. Es un poco chifladura. Hemos tenido que cambiar las fechas de Madama Butterfly y la OSPA no puede hacerlo. ¿Podría Oviedo Filarmonía hacer las dos óperas («Butterfly» y Fidelio)?

La ópera de Puccini se iba a estrenar a principios de noviembre. No pudo ser y se cambió para finales de mes. La Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA) podía asumir ese cambio, pero no el que vino luego, el de trasladar las funciones a principios de diciembre, aunque por ahora el teatro está cerrado y sin fecha de apertura. Para esas fechas la OSPA ya tenían programados sus conciertos de abono.

María Riera se quedó «un poco así». Ciertamente era una locura. Lo que le estaba proponiendo Celestino Varela era que los músicos de la Ofil interpretasen las óperas de Puccini y Beethoven nada menos que once veces en catorce días. Riera habló con Lucas Macías, director de Oviedo Filarmonía, y este lo hizo con los músicos. Ninguna pega. De inmediato se fijó un calendario. Madama Butterfly se representará los días 6, 9, 12, 14, 17 y 18 de diciembre; Fidelio se hará los días 7, 10, 13, 16 y 19. Eso si nada cambia de aquí al domingo.

Riera les dio a los músicos un par de días para organizarse, para que le dijesen quiénes iban a estar en cada una de las óperas y quiénes harían las dos. Lo tenía al día siguiente. A poca distancia del Filarmónica, en la calle Milicias Nacionales, en la oficina de la Ópera de Oviedo se hablaba con cantantes, directores, coro, técnicos… y abonados. Había que encajar multitud de piezas en un tiempo récord. La respuesta fue la misma, nadie puso ni un pero. Tirando de imaginería bélica. Desde los dos flancos, el Filarmónica y la oficina de la Ópera de Oviedo, tenían el mismo objetivo, tomar el teatro Campoamor, a medio camino entre los dos cuarteles generales en los que reina el caos más ordenado que jamás pudieron imaginar.

Los problemas surgen cada segundo y las soluciones al minuto. El escollo más importante es Fidelio. No da tiempo a traer la producción prevista del teatro de la Maestranza. Ahí entra en juego Joan Anton Rechi. Es el director de escena de «Butterfly» le proponen que se saque un Fidelio de la manga. ¿Quién dijo miedo? Rechi lo reconoce, «era una locura». «Son dos títulos muy diferentes y ha sido todo muy precipitado», explica el director de escena andorrano, que llegó a Oviedo a hacer una ópera y se encontró con dos libretos sobre la mesa. La ventaja es que conocía bien las dos obras. El encargo de Fidelio le llegó con «Butterfly» a punto de estrenarse, casi con todo el trabajo hecho. Conocía bien la obra de Beethoven, que está preparando para La Fenice, en Venecia, así que aceptó y ha logrado levantar las dos producciones. Para Fidelio se ha aprovechado parte de la escenografía de «Butterfly» y se ha tirado de fondo de armario de otras producciones de la Ópera de Oviedo. «Ha sido muy divertido hacer malabares», bromea Rechi. Sí. «Nos hemos divertido mucho pero hemos sufrido muchísimo para sacarlo adelante, ahora somos felices», reconoce.

El sufrimiento se ve en las caras pero no en las actitudes. El teatro Campoamor ha sido invadido por las tropas de la Ofil y la Ópera de Oviedo. Sus ejércitos han tomado posiciones y se mueven ágiles, tanto que uno no sabe si está en un campo de batalla o en otro. Cambia la música, cambia el escenario y cambian hasta los nombres de las puertas de los camerinos, y todo ello literalmente de la noche a la mañana o de la mañana a la tarde.

Uno de esos letreros pone el nombre de Jorge Rodríguez Norton. El tenor avilesino se viste para el ensayo de «Butterfly». Tiene cara de cansado. Son días duros y emotivos. Hay que trabajar mientras se lucha contra una pandemia. «Ahora mismo tengo a familiares ingresados en el hospital», reconoce Norton. Es consciente de que «la cultura es importante, pero más importante es que la gente esté viva». Se pone la chaqueta y su nombre se escucha por la megafonía, tiene que acudir a escena y «luchar para que todo salga adelante». Su apuesta es clara, «hay que seguir», aunque los momentos son difíciles y requiere un esfuerzo enorme por parte de todos. En medio de esta locura de calendario de representaciones en Oviedo, el tenor avilesino comienza el día 14 los ensayos de la ópera Falstaff en el Palau de les Arts de Valencia. «Es muy complicado estar estudiando una producción y que se te solape con otra, pero hay que hacer lo que sea», insiste.

Precisamente en el Palau de Valencia estuvo Ainhoa Arteta la noche del domingo. Ofreció un recital y al acabar empezó una odisea. «Cogí el último tren para irme a mi casa en Madrid. Me levanté a las cinco de la mañana para poder coger el primer avión y llegar al ensayo de Oviedo», relata. Lo que no dice es que en realidad nadie la obligaba. Ella no ensayaba el lunes sino el martes, pero quiso estar en Oviedo para ver lo que hacían sus compañeros. En Madama Butterfly hay dos repartos, uno protagonizado por Arteta y otro por la asturiana Beatriz Díaz, que era el reparto que ensayaba el lunes. Aun así, el compromiso de Arteta con la cultura la lleva a pegarse el palizón para ver a sus compañeros, y también porque en Oviedo se siente «como en casa» y está convencida de que «esta ‘Butterfly’ (que, por cierto, lleva bordada en cristales en su mascarilla) va a llenar de luz y esperanza al público». Y bien que lo necesita, ella incluida, que ha perdido a cuatro personas muy cercanas en esta maldita pandemia. Cuando se canceló la fecha inicial de estreno de la ópera de Puccini el pasado mes de noviembre, Ainhoa Arteta se fue de Oviedo llorando. Ahora está feliz: «Si la causa es tan bella como la música, no podemos dejar de luchar».

En esa locura de viajes de Madrid a Oviedo para cumplir con todos sus compromisos está también Óliver Díaz, al frente de la Ofil en esta «Butterfly». El asturiano es director musical en el Teatro de la Zarzuela y en los últimos días ha dirigido Marianela. Acabar la función en el teatro en la madrileña calle Jovellanos, coger el coche, conducir de noche más de cuatro horas, dormir algo en Oviedo, dirigir un ensayo en el Campoamor y de nuevo tomar la calle Jovellanos, en esta ocasión la de Oviedo, para enfocar de nuevo la autopista camino de Madrid para ponerse de nuevo al servicio de Marianela. Eso es lo que hizo Óliver Díaz el pasado fin de semana.

Otra asturiana de apellido Díaz, en este caso Beatriz, sonríe en el camerino que lleva el nombre de Juanjo Otegui en el teatro Campoamor. Quedan 30 minutos para que comience el ensayo de su «Butterfly», «el reto más importante que he afrontado en toda mi carrera», reconoce. Díaz está nerviosa, con esos nervios que se necesitan para salir al escenario, pero muy satisfecha de ver el esfuerzo que se está haciendo para sacar adelante este «tour de force», una definición que utilizan todos los implicados. Para la soprano allerana el rol de Madama Butterfly «es un sueño». Sabe que «hay nubes pasajeras que lo enturbian un poco», pero «intentamos navegar dentro del caos, variando y modificando todo». El objetivo está claro: «El sueño se cumplirá el día que levantemos el telón y nos reencontremos con el público».

Esa es la esperanza de todos. Para «Butterfly» se han agotado todas las entradas, un total de 3.600, muchas de ellas de abonados. Todas esas personas han recibido correos electrónicos con los cambios de fechas. La intendencia en la oficina de la Ópera es también de locura. Ahora esperan no tener que ponerse de nuevo en contacto con esos miles de personas para decirles que se vuelve a cancelar y que habrá nuevas fechas.

En los pasillos del Campoamor se respira tensión, pero por encima de todo un empeño por demostrar que la cultura es segura y que hay que sacar adelante las funciones como sea. Nadie se para a pensar en las horas de trabajo que echan de más. Aunque el concejal de Cultura de Oviedo ya ha aprobado un plus económico para los músicos de la Ofil, cuando ellos no habían pedido ni un euro de más.

Ahora solo queda que la música amaine a los virus.

La Nueva España, 2 de diciembre de 2020 ● David Orihuela