24 Nov Crónica de un nacimiento esperado en Alicante
Mención especial merece Beatriz Díaz, dueña de una garganta prodigiosa, que hizo las delicias del público transmitiendo una ternura infinita y repetidas ovaciones en cada una de sus intervenciones
→ De hito histórico podemos calificar lo vivido la pasada semana en la ciudad de Alicante. Y en la presente crónica se quiere dejar constancia y remarcar un hecho que debe sentar precedente: el «nacimiento» de una esperada cultura operística en esta ciudad.
A lo largo de la semana los alicantinos pudimos disfrutar de una de las óperas más exitosas y representadas de la literatura musical de todos los tiempos, apostar por Carmen, es apostar al caballo ganador. Por su temática universal, por la fuerza de sus personajes, pero, en especial, por la fuerza y grandiosidad de su música. La representación de la ópera Carmen movilizó a toda la sociedad alicantina, entusiasmada ante la primera gran semana operística que se ha vivido en la capital de la Costa Blanca. Ha sido un trabajo titánico, y un reto del máximo nivel. Luchando contra los elementos, en un magnífico auditorio que, sin embargo, no fue concebido para albergar y facilitar el montaje de espectáculos teatrales, ni mucho menos, el del más gran espectáculo músico-teatral, como es la ópera, se pudo hacer realidad un sueño largamente deseado por todos los amantes del género en esta ciudad.
Sorprendió enormemente y fascinó la puesta en escena, a cargo del más gran referente escenográfico nacional, Emilio Sagi. Una vez más, dio una lección magistral de originalidad basada en la absoluta sencillez y economía de recursos ornamentales. Impactó un escenario convertido en albero rojo. Un rojo que simboliza la pasión y la sangre caliente que corre por las venas de cada uno de los personajes. Sagi lo apostó todo al rojo y ganó. Como ganó la sencillez de un vestuario hiperrealista, absolutamente coherente y consecuente con la época y las circunstancias, un vestuario que contribuía a dar «credibilidad» a todos y cada uno de los personajes.
Sorprendió una Carmen de belleza y finuras aristocráticas, muy alejada de los habituales arquetipos raciales, una cigarrera alicantina, con «garra», pero muy fina, como lo fueron muchas de nuestras abuelas. Maravillosa la mezzosoprano Sandra Ferrández en esa Carmen chulesca y descarada, pero elegante, con un amplio registro expresivo desde la calidez y dulzura melódicas de un timbre acaramelado, hasta el desgarro de tintes dolientes, que, sin embargo, afrontó la muerte con excesiva y fría dignidad. Soberbio un Simón Orfila, epítome de un torero de raza, que hizo gala de un recio poderío vocal que desbordaba el marco arquitectónico con la fuerza de su presencia. Y magnífico Joel Prieto en su atribulado y desventurado Don José, papel y registro que parecieran escritos a su medida. Mención especial merece una Micaela, la soprano Beatriz Díaz, dueña de una garganta prodigiosa, que hizo las delicias del público transmitiendo y provocando en el patio de butacas una ternura infinita, así como, repetidas ovaciones en cada una de sus intervenciones.
Y tan excelsa producción no hubiera podido llevarse a cabo sin el sustento de una orquesta grandiosa, que se crece ante las dificultades, una orquesta de singular personalidad y sonoridad, como singular es la batuta que la lidera. Una vez más y firmemente dirigida por el carismático Josep Vicent, ADDA Simfònica deja patente en cada una de sus actuaciones que la orquesta «revelación» se ha convertido en la orquesta de referente nacional. Y se caracteriza por un espíritu osado, que no se amedrenta ante arriesgadas apuestas musicales, sino que, llevados por un afán de continua superación, resultan triunfadores en todos sus proyectos. Una vez más, el maestro Josep Vicent con esa apasionada fuerza que lo caracteriza, puso en pie al auditorio al que no deja nunca de sorprender con su batuta innovadora, que sin perder un ápice de rigor, dibuja en el aire oníricas sonoridades aterciopeladas, arabescos de ensueño, o volcánicas explosiones de fuego rítmico, que llegan a cortar la respiración, inundando la sala de magia, emoción y genialidad.
■ El Español, 23 de noviembre de 2021 · Pepa Lledó