De la tonada a Madama Butterfly: la exitosa carrera de Beatriz Díaz

De la tonada a Madama Butterfly: la exitosa carrera de Beatriz Díaz

La allerana, que puso en pie al Campoamor con la obra de Puccini, debutó de niña en la canción asturiana animada por su padre cantante

 

Beatriz Díaz es la soprano allerana que, el viernes 18 de diciembre, puso al público del teatro Campoamor en pie con su interpretación de Madama Butterfly. Pocos de los que aplaudieron saben que su debut fue en un concurso de la fiesta de San Juan de Boo, su pueblo natal.

Que la Madama Butterfly allerana emergiera de la canción asturiana no fue casualidad. Su padre, Ricardo Díaz «Ricardín el de Boo», le enseñó el gusto por la tonada. La llevó a concursos y la apuntó a clases para que supiera leer las partituras: «Era lo que yo no sabía», ríe. Suerte de manager en la sombra, rotundo «fan» declarado. Ahora le sigue dando consejos, más de vida que de voz, en el salón de su bonita y cuidada casa. Ella le escucha siempre, le llama cariñosamente Richard.

«Mi padre me enseñó el valor de la tonada, a escucharla y a cantarla», dice ella. Y añade: «Pensaba que en todas las casas se escuchaba música asturiana». La pequeña apuntaba maneras, siempre ganaba los concursos de canción de las fiestas del pueblo. Entonaba a viva voz, hasta que un día el emblemático Silvino Argüelles la acompañó a la gaita. Él se equivocó y ella le sonrió, hay vídeo del momento. Beatriz Díaz, que en Boo es solo Bea, tenía entonces ocho años.

«Empecé a dar clases en el Conservatorio de Moreda. Luego fui con la que ha sido mi maestra, la que me inculcó el gusto por la ópera, Elena Pérez Herrero», afirma la soprano, que ha recorrido las tablas de escenarios de toda Europa. Aquí la anécdota: «Yo quería cantar como Whitney Houston, o como Mariah Carey. Era lo que escuchábamos entonces. Elena (Pérez Herrero) me presentó la ópera de una forma muy atractiva y no dudé».

Porque tenía muchos componentes que a ella le gustaron. La caracterización, el abordar los personajes no solo con la voz. «La ópera nos quedaba lejos, como a unos treinta kilómetros», ríe Ricardo Díaz. La primera vez que la vio actuar, se emocionó: «Pensé; bueno, pues aquí estamos. A ver hasta dónde llegamos».

Hasta lo que no imaginaban. Aunque la carrera de Beatriz Díaz empezó pronto a dar pistas. En 2007, la soprano de Boo ganó el Concurso de Canto Francisco Viñas de Barcelona. Es uno de los galardones más importantes de España y de Europa. Dos años después, cuando ella había soplado las 26 velas, Riccardo Muti –uno de los más importantes directores de música en el mundo– la fichó como intérprete de la Missa Defunctorum. Lo hizo en un escenario de referencia: Salzburgo. Repitió en Florencia y en Rávena.

Su carrera parece, vista desde fuera, siempre ascendente. «Lo cierto es que llevo 18 años dedicándome a esto y es una montaña rusa, hay mucha incertidumbre. Hay épocas de mucho trabajo y otras de no tanto, aunque no está relacionado con la valía personal. Hay muchos factores», afirma ella. Y su padre matiza: «Yo le digo que esto es una escalera. A veces subes rápido, otras más despacio. Y otras tienes que estar en el descansillo esperando». Beatriz Díaz aprovecha para estudiar, para seguir formándose, en esos descansos.

El debut de Madama Butterfly fue mi única actuación caracterizada de este año

Este año, el 2020, ha sido el del descanso a la fuerza. Todo lo que ha hecho esperar la crisis del covid-19. «El debut de Madama Butterfly fue mi única actuación caracterizada de este año. Y se hizo esperar, ya que el estreno estaba previsto para noviembre. Sí había estado en escenarios, pero fue mi única función con un personaje», explica. Y no un personaje cualquiera: «El rol de Butterfly requiere de un gran esfuerzo mental y físico. La historia es desgarradora, si la vives te atrapa», reconoce la soprano.

Para los despistados: el argumento de esta obra de Puccini narra la historia de una geisha que se casa y tiene un hijo con un soldado americano (el teniente Pinkerton). Para ella, es el amor de su vida. Para él, pura diversión. Termina en tragedia, con la mujer suicidándose delante de su hijo. «Yo tengo un hijo de la misma edad, fue duro», reitera.

Dura su entrega y aplauso grande, y en pie, del público. «Creo que se emocionaron. Ese es un buen termómetro». También el silencio que no se rompía en un teatro lleno (hasta donde permiten los límites por la crisis sanitaria). «Para mí fue especial y también para el público, que este año ha tenido menos opciones de acudir a espectáculos». A la entrada del Campoamor, a Ricardo Díaz le preguntaron si llevaba pañuelos: «Me dijeron que me iban a hacer falta», sonríe él.

–¿Y los necesitó?
–Un par de ellos.

El sueño de infancia de ser Whitney Houston en la televisión

Una conversación con Beatriz Díaz es siempre como estar en casa. Quizás porque tiene el humor socarrón de los alleranos en vena o porque es una persona humilde, que todo lo ha conseguido trabajando con el alma. En términos coloquiales, los vecinos de esta exitosa soprano pueden prometer que el éxito «no se le ha subido a la cabeza». Ni a ella ni a su familia, tan apreciada en el pueblo.

Su padre, Ricardo Díaz, le enseñó el gusto por la tonada, un carácter humilde y una sinceridad que plasma. Lo mismo que su madre, maestra ya jubilada del colegio de Caborana. Es la menor de dos hermanas. «Me gusta tener tiempo para la familia», reconoce. Sobre todo desde que es mamá de un pequeño de tres años al que adora. También se le llena la boca de amor cuando habla de su sobrino.

Ríe y le da vergüenza cuando ve el vídeo de su primera actuación de tonada con gaita: «El pintor que pintó a Xuana», con Silvino Argüelles. «Luego me hicieron una entrevista y las respuestas son de risa», dice en una carcajada. Entonces le encantaba sentarse en el sofá y ver «Menudas estrellas». Quiso participar, imitar a Whitney Houston, pero no salió: «Quizás no me llamaron…», afirma. Seguro que no tenía especial interés, porque cuando Beatriz Díaz quiere algo va a por ello.

Pocos saben que, unas horas antes de su debut como Madama Butterfly, tuvo que pasar por urgencias. Sufrió una rotura de fibras del gemelo. «Subí al escenario concentrada, porque encima de la emoción tenía el dolor». Definitivamente, para ponerse en pie.

La Nueva España, 27 de diciembre de 2020  C. M. Basteiro