Del infierno al paraíso

Del infierno al paraíso

Procedentes de la Ópera de Metz, las producciones de «Il tabarro» y «Gianni Schicchi» resultaron adecuadas


Segundo título de la septuagésimo sexta temporada de la Ópera de Oviedo con un programa doble perteneciente a Il trittico de Giacomo Puccini (1858-1924), y que solamente se han representado una ocasión en el Teatro Campoamor: Gianni Schicchi en 1966 e Il tabarro en 1980, quedándonos pendiente recuperar Suor Angelica para poder revivir el estreno neoyorquino al que Puccini no pudo asistir por la I Guerra Mundial. Escucharlas juntas era una ocasión única de disfrutar nuevamente con el genio del compositor de Lucca en un año que nos parece preparar el próximo centenario de la muerte del último gran operista del pasado siglo, aunque sigue siendo de los compositores más programados en los coliseos de todo el mundo.

Hacia 1910, Puccini tuvo la idea de componer una trilogía siguiendo el «Infierno», «Purgatorio» y «Paraíso» de la Divina Comedia de Dante. Prescindiendo del «abolido» purgatorio nos quedan por un lado Il tabarro tenebroso y naturalista reflejando las terribles condiciones de vida de las clases bajas en París, la gran ciudad moderna, con la música de Puccini influida por el impresionismo francés, reflejando esa oscuridad y sordidez del libreto que finaliza con el horrible crimen consecuencia de la traición y el adulterio en un infierno también musical. Y la segunda obra de este díptico asturiano, Gianni Schicchi inspirada en la Commedia dell’arte, comedia que ha pasado a formar parte de esta larga tradición de la literatura universal, con la familia del adinerado Buoso Donati, uno de los cinco ladrones florentinos que cita Dante, configurando un retablo de las debilidades humanas personificando las ansias de poder y la hipocresía, por las que no pasa el tiempo y donde Puccini consigue unos retratos adorables de sus personajes.

El infierno bien ambientado nos trajo un enorme Michele en la voz del barítono José Antonio López que mantuvo su excelente nivel, poderoso, convincente, de amplios matices y siempre claro incluso con la orquesta en «fortisimi», bordando ese personaje atormentado en todas sus intervenciones; la Giorgetta de Beatriz Díaz en un rol que completa su propia «trilogía pucciniana» tuvo altibajos, registros graves donde perdió volumen pero que compensó con una proyección exquisita y el empaste ideal con el resto de voces, sobre todo con Michele, siendo una lástima no lograr la necesaria «réplica» de Luigi con un Azer Zada de escasa escena, agudos cortos que apenas llegaban a medio patio de butacas y poca matización. Convincente y cómoda La Frugola de Ana Ibarra, equilibrada y bien «contestada» escénicamente por el Talpa de Miguel Ángel Zapater que tampoco tuvo problemas con el Tinca de Josep Fadó. Cumplieron en este infierno tanto el vendedor de canciones y enamorado, Facundo Muñoz, como la breve Enamorada interpretada por Laura Brasó. El Coro Intermezzo fuera de escena sonó preciso y suficiente, pero en general faltó homogeneidad en el reparto vocal con un foso de calidad al mando del maestro José Miguel Pérez-Sierra que cayó en la tentación de la grandiosidad orquestal de Puccini pecando precisamente en el exceso dinámico.

El paraíso llegó con el esperado Gianni Schicchi que de nuevo encumbró a José Antonio López mostrando escena, musicalidad, gracia, recursos llevándole a ser el gran triunfador de esta dupla pucciniana. Mejor Beatriz Díaz como Lauretta, la única aplaudida tras su conocida aria “a papito”, actriz inconmensurable y siendo probablemente la única soprano capaz en estos momentos de interpretar Il trittico completo. También repitieron Ana Ibarra como Zita, igual o mejor que en el infierno, Simone de Miguel Ángel Zapater más redondo vocal y escénicamente o Josep Fadó con Laura Brasó en los roles de Gherardo y Nella respectivamente. Decepcionó de nuevo Azer Zada como Rinuccio, con las mismas carencias que su Luigi, quedándome con las ganas de poder disfrutar de un tenor más pucciniano. El resto del amplio y coral elenco estuvo no solo simpático sino bien equilibrado en los conjuntos. Destacar de la cantera infantil de «Divertimento» con el Gherardino de Julián Avedillo y los siempre seguros en el Campoamor Carlos Daza, Marina Pardo o Vicente Esteve Corbacho.

Las dos producciones, procedentes de la Ópera de Metz, resultaron adecuadas. Incluso ayudaron al paraíso con una escena loca más cercana en el tiempo que en la Florencia dantesca porque los testamentos y sus disputas siguen siendo motivos de conflictos. Lograda la dirección de escena a cargo de Paul-Émile Fourny así como la escenografía e iluminación de Patrick Méëus. El vestuario diseñado por Giovanna Fiorentini sobrio en el infierno y más colorido para el paraíso dantesco. Musicalmente el maestro José Miguel Pérez-Sierra pudo sacar más partido a la Oviedo Filarmonía que no estuvo cómoda aunque sonase compacta.

Sin purgatorio y con final feliz donde la picaresca también triunfa, resultó un domingo pucciniano con dos horas pasando del infierno, incluso térmico, al paraíso que pecó desigual aunque sin penitencia porque la benevolencia también estuvo en Puccini.

Ópera World, 8 de octubre de 2023 · Pablo Álvarez Siana