Gavilanes de altos vuelos sobre fondo portuario

Gavilanes de altos vuelos sobre fondo portuario

Gran éxito y aplausos en el Campoamor para la zarzuela de Jacinto Guerrero que inauguró el 29 Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo


Se dan muchos tipos de guerra en Los gavilanes, la famosa zarzuela de Jacinto Guerrero que ayer abrió en el Campoamor el 29 Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo. Una es la guerra entre las generaciones de Juan, el indiano, y Gustavo, el joven pescador. Otra, la guerra entre la riqueza frente a los nobles ideales de juventud. Pero al final, acaba reinando cierta concordia resignada. Como se repite varias veces en la obra, «No se gana con dinero la juventud y el amor». Un final feliz de una zarzuela que gusta, desde hace un siglo, a un público de lo más variado. Sin duda, una de las claves del éxito es que los espectadores no solo salen, como así sucedió ayer, contentos de la representación, sino también tarareando las hermosas y pegadizas melodías que acaban de escuchar. El público, que aplaudió mucho, prácticamente después de cada actuación, llenó el teatro. Las dos funciones se están quedando cortas, por lo menos para obras como esta.

El programa de mano nos recuerda que Guerrero y el libretista José Ramos Martín sitúan la acción en 1845, en un pueblo costero de la Provenza. Una localización arbitraria, porque no hay en la música nada de provenzal. El director de escena Mario Gas traslada la acción a los años veinte del siglo pasado, en un entorno más portuario que meramente marinero, con una escenografía de Ezio Frigeiro con guiños a la pintura cubista de Braque o Juan Gris. Se proyectan de fondo, y sucesivamente, cinco escenas de vídeo, que corresponden a los cinco cuadros de la obra, interpretados sin descanso. Estas escenas, con cierta movilidad, recuerdan a los telones pintados que se hacían antes en las representaciones líricas. Están bien hechas. Hay un elemento, en mi opinión, discordante: es como una estructura de grúas móviles que separan la parte de las proyecciones de donde están los cantantes. Son gratuitas y estéticamente feas. En los movimientos de cantantes hay cierto estatismo y suelen cantar en la parte delantera del escenario, lo cual favorece la parte vocal, por la que fue fundamentalmente aplaudida la obra.

Miguel Ángel Gómez Martínez es un director de solvencia comprobada en todos los géneros musicales. Al frente de Oviedo Filarmonía, Gómez realizó una fina recreación musical. Es un director riguroso, muy preciso, un tanto apolíneo. En mi opinión, hay momentos en los que le falta un poco de acento en las dinámicas, lo que no es obstáculo para que haya sido una versión muy correcta. El coro es omnipresente en la zarzuela de Los gavilanes, una ópera coral en el sentido «orfeonístico» de la palabra. El coro es la voz del pueblo, pero también es el refuerzo de los cantantes en varios números solistas. Se nota la buena labor que lleva realizando José Manuel San Emeterio con la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Ya desde la escena primera, en la que cantan «Pescador, de tus playas te alejas», se nos muestra una afinación precisa y empaste adecuado. Pero el coro no solamente tiene partes exclusivamente corales, sino que lo principal y lo más interesante de esta obra es que está siempre, o casi, en escena, apoyando a los solistas, enfatizando las repeticiones y siempre con un buen sentido musical. «Amigos, siempre amigos» y «Guarda indiano su riqueza» fueron muy aplaudidas

Ángel Ódena, en el papel de Juan, el indiano enriquecido que llega de Perú, es el protagonista central de la obra. Poderío vocal, presencia escénica, volumen, fueron algunas de sus cualidades más notables. Lo más aplaudido fue su romanza de salida «Mi aldea» y «No importa que el amor mío», lleno de fuerza y expresión. José Bros aborda su papel de Gustavo, el joven enamorado, con hondo lirismo y una presencia escénica regular. Su fuerte es su voz de tenor lírico, que nos deleitó con la hermosa romanza «Flor roja», probablemente lo más aplaudido de la función, y la famosa copla «Soy mozo y enamorado». El papel de Adriana, antigua novia de Juan y madre de Rosaura, fue interpretado por Carmen Solís con veracidad dramática y expresividad musical. «No merece ser feliz», el dramático dúo de la última escena, o el «Amigos para siempre», en las que Solís lleva la voz cantante, fueron especialmente acertados. Nuestra Beatriz Díaz recrea una Rosaura -la joven enamorada de Gustavo y pretendida por Juan, el indiano- muy fresca y lírica.

Finalmente, del resto del elenco, destacamos en la parte cómica a Lander Iglesias, en el papel de Clariván, Esteve Ferrer como Triquet y María José Suárez, en el papel de Renata. Un buen trío cómico y que además canta. Aunque la escena era un poco fría, el público salió tarareando las pegadizas melodías del gran Jacinto Guerrero.

El Comercio, 25 de febrero de 2022 · Ramón Avello