28 Oct La ternura de Beatriz Díaz
La soprano asturiana interpreta en el Teatro Jovellanos «Cantarinos pa que suañes», un ciclo de canciones de Luis Vázquez del Fresno
→ Bajo el epígrafe «Históricos de la Filarmónica», la veterana sociedad musical gijonesa dedicó ayer, en el Teatro Jovellanos, un recital homenaje a Luis Vázquez del Fresno. La primera vez que el pianista y compositor gijonés tocó para la institución fue en 1971. Desde entonces, la Filarmónica fue testigo del ascenso de la carrera de Vázquez del Fresno como intérprete, especialmente de la música para piano de Debussy, y como compositor. A la Filarmónica dedicó Luis una de sus obras, Audiograma III, op.7. Y a Eladio de la Concha, presidente de la Filarmónica, fallecido en 1977, la obra para piano Yerba, que hemos escuchado ayer, junto con las canciones para voz y piano Cantarinos pa que suañes. Un ciclo de lieder en asturiano interpretado por la soprano Beatriz Díaz, con Vázquez del Fresno como pianista. Antes de empezar el concierto, el autor tuvo unas palabras muy entrañables en recuerdo de la Filarmónica de De la Concha. Y contó cómo gracias a él, el entonces joven intérprete se presentó a un concurso de piano en San Sebastián que acabó ganando.
Yerba es un ciclo pianístico de canciones tradicionales asturianas estructurada en torno a un tema original de Vázquez del Fresno, «Orbayu». La llovizna, el orbayu impregna, dulcemente, todo el ciclo. Se toca «Orbayu» como introducción; se repite en el intermedio y, finalmente, cierra la obra. Entre ese «orbayar» constante van apareciendo siete canciones populares asturianas, desde «Dime paxarín parleru» a «La mio neña», pasando por la «Romería de San Andrés», «La moza que a mí me quiere», «Soy de Pravia», «Soy de Mieres» y «Caminito de Avilés».
Vázquez del Fresno sigue la tradición postromántica decimonónica regionalista de González del Valle, pero huye del popurrí folklórico, para adentrarse, con armonías más abiertas, en la esencia de la melodía y no en el virtuosismo del teclado. Fue una versión intimista, muy delicada y que eleva, sin duda alguna, el nivel artístico de la canción popular asturiana.
La segunda parte fue el esperado estreno en Gijón -este recital se había programado en las primaveras del 2020 y 2021, pero entonces no se pudo realizar- de Cantarinos pa que suañes, un ciclo de trece canciones con voz y piano para niños compuesto por Vázquez del Fresno sobre poemas de José María González Fernández, «Chemag». Las melodías originales del compositor se enriquecen con floreos y cadencias típicas de la canción asturiana, en la línea de lo que Bartok llamaba «el folklore imaginario». Por otra parte, el piano, muy descriptivo, siguiendo la tradición romántica del lied, dialoga con la voz, recreando atmósferas descriptivas y enriqueciendo y acompañando la melodía. Beatriz Díaz canta y encanta.
Reúne la soprano allerana, por una parte, la proyección lírica y universal y, por otra, el apego al terruño y la tradición de la tonada. Con la suma de estos dos ingredientes, ha hecho de los «Cantarinos» todo un mundo de ternura, de ironía y de expresividad. Delicadísima en los matices, ofreció un bellísimo esfumatto en «Al son de una gaita vengo», justo cuando sonó un teléfono recalcitrante, que no paró de hacer ruido hasta la «Xaronca namorá». ¡Dios mío!
Al margen de esta interrupción, su versión fue íntimamente sentida, variada en los afectos y entablando un continuo diálogo con el piano. Un piano confidente, que no se limitaba a acompañar a la cantante, sino que expresaba el sentido del texto. Fue todo un éxito, se aplaudió mucho y se notaba la emoción en el público.
Como propinas, Luis Vázquez del Fresno interpretó Audiogramas II, una obra dedicada al fallecido pianista gijonés Jesús González Alonso, compañero de Luis en las clases de Enrique Truhan. A continuación, y de nuevo con Beatriz Díaz, estrenaron una hermosísima canción con texto de Miguel Ángel Bonhome: «Otoño». Broche de oro para un gran recital.
■ El Comercio, 28 de octubre de 2021 · Ramón Avello