Palomas y gavilanes en el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo

Palomas y gavilanes en el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo

Ellas fueron las que volaron alto, especialmente la Rosaura de Beatriz Díaz y Carmen Solís como Adriana, que nos ofrecieron romanzas y dúos muy sentidos, empastados, con gusto y fuste, verdaderas triunfadoras por su buena línea de canto


Comenzaba oficialmente, tras el «Off Zarzuela» ya comentado desde aquí, la vigesimonovena edición del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo con una zarzuela que está en los genes y memoria colectiva de muchos aficionados: Los gavilanes de Jacinto Guerrero, en una producción que se presentó el otoño pasado en Madrid. Oviedo tomaba así el relevo como segunda capital de nuestro género lírico por excelencia, y lo hacía con un elenco que auguraba éxito para un público que volvió a llenar el coso carbayón, ávido del directo a pesar de las todavía necesarias precauciones de esta pandemia, pandemia que la música ha sabido paliar y para la que ha servido de terapia.

Con una ambientación delicada del siempre recordado Ezio Frigerio en cualquier puerto cantábrico, que podría hasta ser asturiano (los indianos son parte de nuestra historia); con la escena de Mario Gas, quien conoce este título como pocos; con unos delicados y animados fondos pictóricos de paleta que recuerdan al gijonés Evaristo Valle, aunque son obra de Sergio Metalli; con un colorido vestuario de Franca Squarciapino, y bajo las notas de la Oviedo Filarmonía a las órdenes del maestro Miguel Ángel Gómez Martínez arrancaba el preludio de estos gavilanes tan esperados. Y tras él, llegaba a la «Mi aldea» Juan, encarnado por un Àngel Òdena potente, poderoso, de volúmenes amplios pero desigual en sus romanzas; agudos que le dieron más problemas de los esperados pese al dominio del personaje, con afinación imprecisa que empañó bastante su papel protagonista. El barítono tarraconense, conocido en Oviedo hace años, no tuvo la calidad habitual en él, aunque debemos agradecerle el esfuerzo y entrega en este «gavilán» que no pudo con las «palomas».

Ellas fueron las que volaron alto, especialmente la Rosaura de Beatriz Díaz y Carmen Solís como Adriana, hija y madre que nos ofrecieron romanzas y dúos muy sentidos, empastados, con gusto y fuste, verdaderas triunfadoras por su buena línea de canto, amplia de matices y convincentes en sus roles. Protagonistas donde tan solo se echó de menos un color vocal algo más diferenciado para sus personajes, que por tesitura fueron ideales en ambas y mejor que la opción de mezzos más forzadas de registro, que no fue el caso. En los números solistas madre e hija dejaron lo mejor de sus roles, con concertantes como el final del primer acto o el emocionante dúo «No mereces ser feliz», que marcaron la diferencia de calidad con el resto del elenco.

Poco pero bueno el Gustavo de un José Bros al que Oviedo adora, una «Flor roja» en la línea de canto a la que nos tiene acostumbrados. No importa algún «pétalo incómodo» al final de su dúo con Rosaura, pues el gusto compensa detalles nimios; voz muy personal de notas moldeadas con la honestidad que caracteriza al tenor barcelonés, tercer pilar de estos gavilanes asturianos.

«Amigos, siempre amigos» abría el segundo acto con una Capilla Polifónica de marineros y marineras más vascos que franceses, enmascarados y reducidos a solo dieciséis efectivos. En este número siempre emocionante, las voces graves no equilibraron las blancas aunque, nuevamente, Carmen Solís alzó su vuelo vocal poderoso y siempre bien arropado por la Oviedo Filarmonía, titular en el foso, seguro de efectividad con Miguel Ángel Gómez Martínez, verdadero mago también en la lírica, capaz de mimar las voces en escena y sacar el mejor sonido de una orquesta con mucha calidad, dando seguridad a toda la escena. El estatismo sobre las tablas no fue óbice para comprobar que este coro necesita más voces, pues zarzuelas como la de Guerrero lo exigen. Que llegue pronto la vuelta a la normalidad.

Siempre son importantes en estos gavilanes los Clariván y Triquet, que Lander Iglesias y Esteve Ferrer defendieron con acierto y sin perder el toque humorístico de esta «zarzuela grande» en todos los sentidos. Destacaron igualmente las intervenciones de los mal llamados secundarios, quienes estuvieron a la altura de la representación, tanto cantantes, todos (re)conocidos en Oviedo, [bien los «partiquinos» de las tres aldeanas y los hombres –la voz de Gaspar Braña resonó clara y afinada entre bambalinas–] así como los actores que redondearon esta «pasión de gavilanes» musical, con triunfo de las palomas en esta primera de las dos funciones programadas, que esperemos aumenten en número  en las próximas temporadas. Y es que Oviedo es capitalidad musical, no en balde la he bautizado «La Viena española».

Díaz y Solís volaron más que Bros y Òdena, el público entregado y la zarzuela, el mejor serial musical en tiempos de pandemia. Los Gavilanes siempre gustan y no podemos esperar tantos años para seguir cantando esta partitura que permanece en nuestra memoria.

Ópera World, 25 de febrero de 2022 · Pablo Álvarez Siana