16 Feb Tradición y modernidad revisitadas en «The Land of Joy»
En cierto modo, la escenografía ayudó a estrechar relaciones entre géneros musicales, al situarnos en una especie de azotea con aire industrial, que parecía evocar la película del musical «West Side Story»
⇒ La nueva edición del Festival Teatro Lírico de Oviedo subió el telón con la recuperación de la revista The Land of Joy, la obra que Quinito Valverde compuso para conquistar los teatros neoyorquinos, en 1917. Como explicaba la musicóloga Miriam Perandones, responsable del hallazgo, se trata de una «revista-popurrí» o un pastiche con la incorporación de músicas previas que enmarcan una historia sencilla con puesta en escena que en su época cautivó al público neoyorquino. The Land of Joy se estrenó el 31 de octubre de 1917 en el Park Theatre de Nueva York, siendo hasta hoy la única obra bilingüe conocida en su género, escrita en inglés y español, con libreto de Eulogio Velasco, José F. Elizondo y Ruth Boyd Ober.
La producción en el Campoamor, con Bárbara Lluch a cargo de la dirección de escena, presenta una obra ligera que corre a cargo de una compañía teatral, que se encarga de armar una trama con personajes típicos del género en el contexto de la España del desarrollismo. Bajo el lema de las campañas con fines turísticos de la España de los sesenta, el empresario José María debe sacar adelante spots que ayuden a situar al país en el mapa internacional, mientras se revisita el imaginario español, con una estética sesentera y muy pop a través de las proyecciones. Así, el espectador se siente activo ante esta campaña, como en el spot dentro del spot que el empresario quiere conectar con el musical, para mayor y más segura fama, fuera de las fronteras.
El empresario, en la piel del polifacético Alberto Frías –aquí más actor que cantante–, fue figura clave para mantener el interés dramático de la obra, mientras se acentuaba el carácter cómico en números como «Torerito Torerazo», con el paseíllo, capote al hombro, junto con las dos cantantes. En José María (o Alberto Albert, según el programa) se refleja aquel papel del empresario teatral en obras de zarzuela que se ajusta a las nuevas demandas de los espectáculos. Acorde con el argumento –y según adaptaciones del libreto de Susana Gómez–, la obra propone un recorrido visual y sonoro por el país, en un montaje sencillo y efectivo ante un mosaico de aires de música española, el principal interés de la obra. Para su recuperación se realizó una selección de piezas –con arreglos musicales de Borja Mariño–, de las numerosas que incluye la partitura, según anotaba Perandones, refiriéndose a la edición de la obra publicada por Schirmer en 1918, en la que se pueden encontrar otros números como «Garrotin Dance» o «Bull Ring».
En The Land of Joy, la prima donna es Salma Yer, una actriz con ínfulas hollywoodienses que vistió la soprano Beatriz Díaz, con números variados que comprometen vocalmente el personaje. El empresario, que no oculta su interés por la actriz, la convence para formar parte del proyecto publicitario, a ritmo de «Holy week» («Ven y alégrate con risas y canciones»), que ella entona con líneas prolongadas de sensual efecto, y con la flexibilidad que caracteriza la voz de la asturiana, no sin la delicadeza que pedía el número. Además, cabe destacar su interpretación de «Jerezanos», con amplitud de medios vocales. La star española se decide a participar gracias al fichaje de un galán de actualidad, a lo Humphrey Bogart, que interpretó David Menéndez. El barítono se impuso en el escenario en «There’s a Chapter» («Ahora mi libro se abre a mí»). No podía faltar la canción «Clavelitos», del mismo compositor, con cierto sabor americano, aquí en la voz del barítono, sostenida con firmeza y eficaz dicción. También, destacó el dúo con coro «Off to Spain», de soprano y barítono. Sin duda, los dúos funcionaron perfectamente, como los ritmos de charlestón, y en especial «I Know New York», en un ensueño por el ambiente neoyorkino que rememoró los locos años veinte.
En cierto modo, la escenografía ayudó a estrechar relaciones entre géneros musicales, al situarnos en una especie de azotea con aire industrial, que parecía evocar la película del musical West Side Story. En The Land of Joy no hay cabida para conflictos sociales, pero sí se cruzan referencias críticas a transformaciones sociales del siglo pasado, con la maja vestida con un mono obrero en las proyecciones, mientras Díaz entonaba «Maja de Goya», con voz bien sostenida a pesar de la dificultad de la página. Y ello, también a través del personaje de Lola, en la piel de Marina Pardo. El número de la mezzosoprano-contralto fue sin duda, «Yo soy la dama que en Madrid a la nobleza cautivó», que descubre el pasado aristocrático de la trabajadora de la compañía. La actuación de Pardo, firme en el apartado dramático, fue in crescendo en lo vocal, pasando por otros números como la canción «Marchosito», que enlazó con «Bulerías», con la intervención del coro. Hay que destacar la presencia de las voces femeninas del Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, protagonistas de números como «Typewriter’s number» y el coro «Trara-Lara».
Con la marcha del actor de reclamo en la ficción, se ficha a una nueva estrella apostando por lo propio, y acercando tradición y vanguardia, un Rodrigo Cuevas que con toda su picardía defiende «La vendedora de claveles» cual gitana adivina, con la imagen de la Santina de Covadonga en su vestido. El artista nunca deja indiferentes por su energía contagiosa y puso al público a dar palmas con el cuplé «Serafina». En el foso, cabe destacar el trabajo de José Miguel Pérez-Sierra al mando de la Oviedo Filarmonía, también en páginas instrumentales como «Tambourine Dance», en el inicio de segundo acto.
■ Ópera Actual, 16 de febrero de 2022 · Diana Díaz