08 Oct Un Puccini que vale por dos
Los aires de comedia ligera y absurda del segundo título hacen reír al Campoamor, donde la OFIL de Pérez-Sierra sonó rotunda
→ El tríptico de Puccini en su versión díptico, con los títulos Il tabarro y Gianni Schicchi, dejó ayer por la tarde un buen sabor de boca en el Campoamor, en el estreno del segundo título de la temporada, en una tarde calurosa que dentro del teatro coronaron de forma muy especial las voces de José Antonio López y Beatriz Díaz.
La combinación del drama verista con la comedia negra y absurda permitió escuchar también a una Oviedo Filarmonía grande y rotunda en las manos del maestro madrileño José Miguel Pérez-Sierra, que logró también el respaldo de los espectadores con una fuerte ovación.
Funcionó la escenografía de Paul-Émile Fourny diseñada para la Ópera de Metz, de donde viene la producción, un planteamiento de cuadro fijo, mínima y fotográfica en Il tabarro y muy cinematográfica en Gianni Schicchi, una locura deliciosa que parecía un cruce entre los Hermanos Marx y Wes Anderson.
Todo en la noche funcionó bastante bien, con buenas voces, algunas muy apreciadas en la temporada ovetense, como el bajo Miguel Ángel Zapater, ayer en sus papeles de Simone y Talpa, o la mezzosoprano Ana Ibarra en su doble rol de La Frugola y Zitta. No logró tanto entusiasmo el desempeño del tenor Azer Zada, al que le faltó el patetismo propio del drama negro y desesperado que encarna como Luigi a orillas del Sena y al que se notó algo más cómodo en el joven Rinuccio de Gianni Schicchi.
La tarde-noche volvió a empezar con los consabidos pateos y aplausos a la locución en asturiano del teatro (esta vez hubo también gritos de «¡oficialidá!» seguidos de abucheos mientras en alguna butaca se escuchaba un divertido «¡qué costumbrismo!»).
Después, ya en los muelles de París, la asturiana Beatriz Díaz apuntó ya buenas sensaciones desde el principio, que se confirmarían totalmente en pasajes como «E ben altro il mio sogno». A su lado, el barítono murciano José Antonio López volvió a impresionar al público como ya hubiera hecho en abril, en Oviedo y Gijón, interpretando a Ravel y a Jacques Ibert con la OSPA. A su enorme presencia escénica y sus magníficas cualidades vocales sumó ayer un portentoso trabajo actoral que le permitió encarnar al marido consumido en los celos hasta dar en asesino furioso para saltar de la cama como el divertido tunante de Gianni Schicchi.
También tuvo Beatriz Díaz en el segundo título su minuto de gloria en la famosísima «O mio babbino caro», un oasis en medio del loco esperpento de la familia peleándose por la herencia del muerto, que la soprano interpretó con acierto delicado y a la que el público respondió con ovación.
El regreso del director madrileño José Miguel Pérez-Sierra, de nuevo con Oviedo Filarmonía, como hizo en temporadas pasadas con Les pêcheurs de perles, fue muy agradecido por el público, que regaló también algunos «¡brava!» para la mezzo Marina Pardo por su pequeño pero muy cómico rol de La Ciesca del segundo título. Fue, en fin, una noche Puccini que valió, al menos, por dos.
■ La Nueva España, 8 de octubre de 2023 · Chus Neira