26 May Una propuesta tradicional para una zarzuela canónica: «La rosa del azafrán»
Beatriz Díaz, con su magnífica voz y refinado uso del «fiato», ofreció un recital de contrastes dinámicos y expresivos en todos los registros
→ La penúltima zarzuela de la temporada lírica ovetense se estrenó con un aforo prácticamente completo en el teatro Campoamor. La rosa del azafrán es, sin duda, unos de los títulos canónicos de nuestro repertorio hispano, con números musicales conocidos y queridos por el público, lo que ha generado una expectación confirmada en la venta de entradas. Esta obra terminó de encumbrar a quien fue uno de los compositores de zarzuela más aclamados del siglo XX, Jacinto Guerrero, que en esta ocasión pone en música el libreto de la exitosa pareja del teatro lírico español Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Ambos se inspiraron en El perro del hortelano de Lope de Vega para el desarrollo de la obra e incluyeron referencias al Quijote. Desde el punto de vista literario los mimbres no pueden ser mejores, pero el resultado es un argumento irregular, que funciona en nuestros días gracias a los números musicales de inspiración principalmente popular, tanto en los momentos serios como en los cómicos.
La dirección escénica corrió a cargo de Ignacio García, quien ya había participado en esta temporada ovetense con el doble título de La Gran Vía y Adiós a la bohemia. El director presenta de nuevo una propuesta ligada al libreto y sitúa la acción en un pueblo manchego de finales del siglo XIX, siguiendo la obra original. Tal y como él mismo apunta en las notas al programa, su escena es “verista” en cuanto a la ambientación y el vestuario de Rosa García Andújar es consecuente con esta misma idea. García contextualiza la acción a través de las estaciones del año proyectadas en los diferentes paisajes mesetarios. En la escenografía, los momentos más destacables ocurren durante las horas crepusculares y nocturnas, en los que sobresale la bella iluminación de Albert Faura. Aunque indudablemente esta propuesta es bonita y enmarca correctamente la acción, echamos en falta algo más de osadía en el planteamiento. Acompaña a la acción el grupo de danza, que funciona especialmente bien en los momentos festivos interpretando bailes populares. Siguiendo esta directriz verista, en el primer número se incluye la utilización de botellas de anís y vasos como percusión de acompañamiento, una acción tradicional del folclore. La obra comenzó con poco ritmo, aunque fue capaz de remontar sobre todo a partir del segundo acto. El dúo cómico con que comienza este, felizmente interpretado por Vicenç Esteve y Juan Carlos Talavera -ambos realizaron un gran trabajo-, acabó de levantar la función, lo que se confirmó en la divertida interpretación del coro de mujeres en «La caza del viudo».
En esta versión destaca la inclusión de una cantante de música tradicional bien conocida en Asturias, Anabel Santiago. Con una potente voz -nos preguntamos si realmente era necesario microfonarla-, Santiago abre la zarzuela interpretando una copla con la que el director de escena subraya uno de los temas principales de la zarzuela: la diferenciación social como obstáculo para el amor («¡Qué culpa tiene el querer / de andar arriba y abajo!»). Este personaje añadido, que representa al campesinado manchego, vertebra la narración porque interpreta fragmentos significativos de la obra durante los cambios escenográficos. Santiago canta a capella de forma soberbia en estilo popular y con un acompañamiento percusivo inspirado en el grupo músico-teatral israelí Mayumana; también tararea a veces cuando hay diálogos (dificultando al público la comprensión de estos). Es especialmente destacable el momento en que canta a dúo con Beatriz Díaz, cantante lírica asturiana que comenzó su andadura musical interpretando tonada. Díaz, con su magnífica voz y refinado uso del «fiato», ofreció un recital de contrastes dinámicos y expresivos en todos los registros, y también interpretó los fragmentos de estilo popular con gran gusto y pulcritud, dejando entrever su raíz tradicional filtrada por una sólida carrera lírica.
La tercera cantante del elenco también es asturiana, María Zapata. Esta intérprete de grandes cualidades vocales y timbre redondo nos hizo disfrutar en el coro de espigadoras («Esta mañana muy tempranico»). En el resto de la zarzuela, Zapata utilizó en general una técnica vocal abierta, en consonancia con el personaje popular que encarnaba, pero que no le favorecía. No obstante, es destacable su vis cómica como actriz. Damián del Castillo construyó un buen Juan Pedro. El coro masculino de la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo hubiera requerido algo más de empaste en las cuerdas, así como un mejor ajuste con la orquesta. Los coros femeninos hicieron un buen trabajo. Diego Martin-Etxebarria realizó una dirección correcta en la que llamaron la atención algunos abruptos cambios de dinámica. Como actores destacaron Mario Gas como Don Generoso y Vicky Peña como Custodia.
■ Scherzo, 25 de mayo de 2025 · Miriam Perandones